lunes, 20 de enero de 2014

Récords indeseables

El informe anual de la doctora Carmen Masías, presidenta de Devida, confirmó cifras que ya se sabían: somos el primer país productor y exportador de cocaína del planeta.

 Aquel mínimo de 800 hectáreas de cocales que separaban hace dos años la superficie sembrada de coca en el Perú (61.200 hectáreas) de aquella sembrada en Colombia (62.000 hectáreas) y que dio lugar a una deleznable polémica sobre a cuál de ambos países correspondía el título de ser aquel con mayor cantidad de sembríos no va más. Tal como declaró hace pocos días la responsable de Devida, Carmen Masías, nuestro país ha pasado a ser el máximo productor y exportador de cocaína en el mundo.
Esto se debe a que mientras que en el país hermano se han venido erradicando unas 10.000 hectáreas de cocales cada año, en el nuestro la superficie sembrada ha venido aumentando paulatinamente desde el 2005, cuando se logró reducir los cocales a 48.200 hectáreas. También este aumento se debe a que cada año, desde el 2012, las metas de erradicación de cocales sean más altas: 14.000 hectáreas el 2012, 20.000 hectáreas el 2013 y 30.000 anunciadas para este año, 8.000 hectáreas más que las previstas inicialmente.
La doctora Masías indicó que se planea ingresar al Vraem, que es el valle con mayor producción de coca –un 50% del total nacional– con una estrategia nueva e hizo mención de las dificultades que presenta allí la erradicación, pues cada hectárea de cocales cuenta con 120.000 plantas en promedio, en tanto que en el Huallaga hay solo 40.000, lo que significa un esfuerzo tres veces mayor y el ganar a la reconversión a cultivos alternativos a unas 20.000 familias de la zona.
La alta responsable de Devida recordó que no menos de dos millones de hectáreas han sido depredadas en la selva y ceja de selva para emplearlas en plantaciones, pozas de maceración, laboratorios clandestinos (unos 200 en el Vraem) y pistas de aterrizaje. También hizo mención a la actual ofensiva de avionetas de origen boliviano sobre la zona. Los responsables de los vuelos –entrenados en academias situadas en Santa Cruz– cobran unos US $ 10.000 por viaje y realizan entre siete a ocho entregas semanales de droga.
Se insistió en el rol que juegan las columnas del narcoterrorismo que obedecen a los hermanos Quispe Palomino en el Vraem, las cuales aseguran las rutas acuáticas de la droga y se encuentran listas para replegarse hacia el valle de La Convención en caso de que la estrategia de las FFAA y PNP tenga éxito. Un dato a tomar en cuenta: no menos de 4.000 jóvenes del Vraem se encuentran en prisión por haber sido detenidos mientras actuaban como mochileros, trasladando la droga por rutas terrestres.
Por cifras no nos quedamos, y es verdad que el ritmo de incautaciones de cocaína, que se acerca ya a las 50 toneladas, ha aumentado paulatinamente desde el 2012, pero aún nos encontramos muy por debajo de Colombia, que incauta casi un 60% de las 300 toneladas de producción local. Este exitoso modelo debiera ser importado, pues demuestra que en el terreno de la confiscación y destrucción de cocaína se puede mejorar las cosas.
En suma, si bien confiamos en la honestidad y esfuerzos de los responsables de Devida, es mucho lo que queda por hacer en el combate nacional contra esta lacra, especialmente en lo referente a la erradicación de cocales, la destrucción de laboratorios y pistas clandestinas y la incautación de avionetas y droga. Y no olvidar que requerimos de colaboración internacional, pues es la demanda mundial la que genera los altos precios que sustentan a este negocio delictivo.

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