lunes, 18 de marzo de 2013


                                            ¡¡ DÉJENNOS DESCANSAR!!
                                                                                                
El  poblado atravesaba un periodo de lenta transición hacia el progreso; por ello, la vida no  tenía  muchas novedades, los que se presentaban  tenían difusión  como en reguero de pólvora llegando a ser la comidilla de todos  cuantos tenían  o no interés  en el rumor: ¿sabías que los estudiantes ya tienen vacaciones? ¿Qué harán ahora esos vagos?... Fregarán en las calles… ¿sabías  que bzzzbzzzmmmmmmm?; Y etc. Y todos los del humano rumor chismográfico.
Se había, precisamente, iniciado el periodo de vacaciones de fin del año escolar con los consiguientes festejos y despedidas. Grupos de jóvenes  viajaban a sus lugares de origen mientas otros llegaban provenientes de la capital del departamento o simplemente de otras provincias. Las despedidas y los encuentros tenían todo el grado de emotividad y efusión. Grupos bullangueros de amigos paseaban por las calles, especialmente en horas de la tarde y de la noche; cada quien tenían muchas cosas de qué  contar: ‘’oye, la tal fulana parece que le está cuerneando al pobre…’’; y ‘’creo que mengano está  tan templado como cuerda de arpa de la ojitos lindos, que sólo falta que le coloquen un  foco en sus orejas, ya que le hace competencia al foco de alumbrado de la casa vecina;…’’ y… ‘’qué podemos decir de ti, otro camote de la Hermelinda linda, ja,ja,ja…’’ ‘’ ¡suave compadre, sin cochinear…’’!
Los temas de conversación variaban en contenido, aunque giraban en cierto modo con frecuencia en torno a las consabidas dulcineas del Toboso. La mayoría de los grupos, luego de darse unas vueltas por la Plaza de Armas y las calles aledañas, acostumbraban  a calmar su sed con unos vasos de chicha, en lugares que de por sí tenían  fama, tanto por la buena chicha como por la bondad de los dueños, quienes para tener mayor cantidad de consumidores servían  un ‘’picante’’ de cortesía, especialmente a los más constantes. Los picantes más comunes eran los ajiacos de habas, de ollucos, papas sancochadas con llatán, mote con phuspu (maíz sancochados  con habas), etc. A ello se sumaban el tan ameno juego del sapo, para lo cual los parroquianos se organizaban  en equipos y con hacerse acreedores  al premio, que generalmente consistía en sendos caporales de chicha.
Habían varias chicherías  con clientela propia; así por ejemplo donde Alcázar, que religiosamente invitaba, de entrada ‘’papawayk’u’’ (papas sancochadas con ají molido), la  chicha era muy buena y presto se agotaba.
Donde el ‘’Chusa’’ un hombre de baja estatura y de monumental  barriga, ahí invitaban mote con phuspu y ensalada de rocoto con los parroquianos.