Bueno, no, porque en buena cuenta no se trató de una expropiación. Los periódicos no se quitaron para que el Estado los manejara, para que el gobierno los manejara a su gusto...
Pero así fue y así es...
Ahora yo no respondo por nada. Ahora todo es una mierda, viejo... (con Morales Bermúdez)
Sus palabras parecen expresar a veces amargura general...
Amargura de qué. Amargura contra qué. Absolutamente, viejo...
"Esta con el mejor genio del mundo". Interviene su esposa, que hace cinco minutos escucha la conversación.
La única amargura que tengo es no haber completado las transformaciones. Nos faltó no sólo la salud y la vivencia sino el crédito, la banca. No queríamos apoderarnos de los bancos para apoderarnos de sus utilidades. Lo que queríamos es que el Estado fuera dueño de la banca para poder manejar el crédito con un criterio revolucionario. Prestarle al zapatero, al gasfitero, al campesino. ¿Qué yo quiero cuarenta mil soles? Aquí está señor. Yo quería que el banco agrario comprara cuarenta camionetas y que todos los días esas camionetas recorrieran los valles para prestar plata. ¿Señor, usted siembra? Tal cosa, tal cosa. ¿Cuánto necesita? No quiero. ¿Qué no quiero? Si señor, aquí tiene usted: meterle por la boca la plata, aquí tiene usted. Porque la plata iban a mejorar. Oye viejo, no había plata, a esta pobre gente le compraban las cosechas por cinco años. Esta gente era estafada, les robaban su dinero... Nos faltó tiempo, porque me botaron.
Yo hice lo que pude. Más no puedo. Y mire cómo he salido...
Ya, que no te suba la presión. Interviene, doña Consuelo.
Mira lo que he ganado; una pierna menos, enfermo...
Pero todo tiene sus compensaciones. Usted ha ganado...
¿El amor de la gente?, pregunta llena de ironía, doña Consuelo.
No diría eso, respondo.
¿No cree usted que ha ganado, más allá de las pasiones y cuando las esencias se sedimenten; digamos, un puesto en la historia?
La gente más ingrata no puede ser, dice Consuelo. Después de tantas amarguras ¡un puesto en la historia!
La revolución se ha dado el gusto de hacer las transformaciones que no hicieron los civiles. Los civiles tuvieron 150 años en el gobierno y no las hicieron. Por eso es que la Fuerza Armada tuvo que hacer la revolución. El consuelo que tengo es que la revolución hizo vibrar. Porque hasta los enemigos nuestros vibraron de contento cuando... (Velasco llora discretamente, apenas tiene voz para terminar) recuperamos Talara. Cuando recuperamos Talara hicimos vibrar hasta al mismo Ulloa... ¿Qué yo tenga amargura contra nadie...? ¡Contra nadie!
¿No cree que en algún caso fue usted, excesivamente autoritario, rígido, despótico?
¿En qué caso?
Por ejemplo: deportar a Armacanqui, deportar a Duharte, deportar a Zileri.
Yo no era ministro del Interior... Zileri nos atacaba continuamente, nos paraba, nos frenaba... El gobierno tiene también que sancionar a quienes lo atacan. La revolución tenía que defenderse. No iba a cruzarse de brazos para que le dijeran falsedades. De manera que ellos mismo se la buscaban, por locura....
Una última pregunta, general: ¿Cuál es según su punto de vista la salida política para el país?
Si ya no hay revolución, entonces el gobierno militar ya no se justifica. Debía haber pues, un gobierno democrático, ¿no?
¿O sea virtualmente, una convocatoria a elecciones?
Bueno, eso es lo único hasta la fecha inventado, ¿no?
(Fuente: CARETAS)