La semana pasada, en una reunión pre-electoral del Frente Amplio con cientos de delegados, el periodista César Lévano, invitado a hablar por el partido Tierra y libertad, soltó una frase clave para el futuro proceso de la izquierda: “No se puede, en mi opinión, renovar el apoyo a quienes nos pagaron con la traición”.
La alusión es transparente, y da a entender que para algunos frentistas amplios volver a acercarse a Ollanta Humala es una opción en proceso de estudio, algo que Lévano rechaza. La puya contra Salomón Lerner Ghitis, presente y prominente en la reunión, también está clarísima. Como lo está la polémica en el seno de la nueva confluencia.
No es que Lerner y su agrupación Ciudadanos por el cambio estén predicando una próxima alianza de la izquierda con el humalismo. Pero la cercanía del ex primer ministro con Humala es evidente. La relación no es la de antes, pero no se ha mellado tanto como la de otros compañeros de las campañas del 2006 y el 2011.
La cosa no es solo de agravios pasados; además hay una lucha por el poder entre los propios izquierdistas. Tierra y libertad es el único de todos esos partidos que hoy tiene una inscripción en el JNE. Es cierto que hay la opción de juntar firmas, y también otras inscripciones en el mercado. Pero esto último es caro y trabajoso.
De otra parte no da la impresión de que el nacionalismo tenga mucho interés en juntarse con sus antiguos socios de la izquierda. Ni para subirlos de vuelta a bordo del Ejecutivo, ni para estudiar opciones electorales a futuro. O sea que por el momento Lévano y el ala más radical del frente pueden dormir tranquilos.
Sin embargo estas discrepancias en la izquierda mueven a preguntarse qué piensa hacer el nacionalismo como partido para el 2016. La aprobación de la pareja presidencial y el manejo del Ejecutivo van a ser activos políticos importantes, siempre y cuando puedan disponer de un candidato idóneo propio, o apoyar a uno ajeno que les permita avanzar hacia el Congreso.
Contar con el apoyo de una parte de la izquierda ayudaría mucho al nacionalismo en la pugna por entrar a la segunda vuelta. Una candidatura fuerte de izquierda antihumalista liquidaría las mejores opciones de nacionalismo. Pero el frente amplio por sí mismo tampoco parece hoy una opción electoral con mucho futuro, presidencial o parlamentario.
Parte del problema está en que todas las otras alianzas disponibles son con opositores claramente ubicados en la derecha. Una alternativa que Lévano no quiere siquiera imaginar. Aunque también desaconseja “manchar las banderas de la izquierda yendo del brazo con cómplices de represión y baguazos”. ¿De quién está hablando?
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