miércoles, 9 de septiembre de 2015

PERU: El voto a la mujer


En setiembre de 1955, hace exactamente sesenta años, el general Manuel Odría promulgó la ley que hizo ciudadanas a las mujeres. El Perú fue el penúltimo país sudamericano en conceder el voto a la mujer, el primero había sido el Ecuador en los años veinte y el último fue el Paraguay. En Latinoamérica, la gran mayoría otorgó el voto después de la conformación de las Naciones Unidas, puesto que la Carta de los Derechos Humanos consagraba el principio de no discriminación por sexo, credo o raza. Como todos los países habían firmado para ingresar a la organización internacional, pues progresivamente fueron incorporando el punto a sus legislaciones nacionales.
 
Entre nosotros, el tema era motivo de controversia desde hacía muchos años. En la lejana década de 1910 se organizaron los primeros movimientos independientes femeninos que bregaron por esta reivindicación. En esa época auroral destacaron María Jesús Alvarado y, poco después, la hija del héroe de la Breña, Zoila Aurora Cáceres.
 
Luego, en la Constituyente de 1931-33 se produjo un gran debate entre quienes apoyaron el voto de la mujer y los que le negaban toda participación política. Entre los defensores del voto femenino estuvo el constituyente socialcristiano Víctor Andrés Belaunde acompañado por el socialista Luciano Castillo. Pero, fueron minoría y su propuesta fue rechazada.
 
Los constituyentes apristas fueron los únicos que actuaron unidos, puesto que todas las otras bancadas se dividieron entre posturas extremas. Pero, el APRA no fue consecuente con el planteamiento a favor del voto femenino que había proclamado durante la campaña electoral. A la hora de la verdad, el PAP argumentó que el voto debía ser exclusivamente para la mujer trabajadora. Al parecer, el APRA temía la influencia de las parroquias sobre la mujer ama de casa, que inclinaría su voto en favor de propuestas conservadoras; mientras que confiaba en ganar la voluntad y el compromiso de las mujeres de trabajo.
 
En ese contexto, se produjo una extraña transacción. Los constituyentes tampoco querían quedar como retrógrados que no aceptaban el voto de la mujer. Por ello, aprobaron que votaran en elecciones municipales y que unos años después se evaluara si habían madurado lo suficiente para votar en presidenciales. Pero, era una medida completamente trucha, porque en esa época no había elecciones municipales, sino que estas autoridades eran nombradas a dedo por el Ejecutivo. La solución de la Constituyente del 33 era denigrante y tramposa.
 
De ese modo, se perdió una oportunidad y la cuestión quedó postergada dos décadas. En ese momento intervino Odría y todas las historiadoras que han revisado el tema subrayan que actuó por interés. Para algunas, por ejemplo, según Roisida Aguilar, Odría quería reelegirse y simplemente buscó un bolsón electoral. Para otras, como Margarita Guerra, el interés del general era a largo plazo y buscó asociar su nombre a una conquista que siempre sería recordada.
 
Asimismo, se ha considerado el papel de la Sra. María Delgado de Odría, esposa del presidente y activa lideresa de su grupo político. La reciente tesis en Historia de Karen Paulsen revisa integralmente el proceso del voto a la mujer y se detiene en el papel de María Delgado. Obviamente no hay prueba documental de su eventual participación; pero, el contexto abona esa hipótesis. Antes del voto, la Sra. María ya intervenía activamente en política y después fue candidata a un importante cargo público. Así, fue directamente beneficiaria y le sacó el jugo a la ciudadanía recién conquistada.
 
Cabe recordar que la Sra. María fue muy prudente, lucía sencilla y humilde; nunca retó al establishment ni atacó a sus adversarios. Por el contrario, fue la mano generosa que atendió a todo el que tuvo necesidad o atravesó una calamidad. Es tarde para cambiar, pero su modelo la acerca a Pilar y se aleja radicalmente de Eliane y Nadine. Quien aprenda de su ejemplo en el próximo Niño ganará las elecciones.

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