miércoles, 9 de septiembre de 2015

Ejercicios de caligrafía


Alan García y Nadine Heredia, de puño y letra.
Permítanme incorporar una adenda a la lista publicada el último domingo en esta columna sobre consejos a políticos que puedan ser acusados de actos de corrupción: no escriba de puño y letra lo que después pueda comprometerlo.
 
Es lo que se desprende de los serios apuros que están pasando en estos días el ex presidente Alan García y la primera dama Nadine Heredia, y que se han agravado por las revelaciones hechas anteayer.
 
Por un lado, la situación del ex presidente García se ha visto seriamente comprometida en el caso de los narcoindultos que él otorgó, por la declaración hecha por su ex ministro de Justicia Aurelio Pastor en el sentido de que su jefe firmaba, de puño y letra, los indultos y conmutaciones de penas a condenados por narcotráfico, y que él mismo hacía las correcciones en los expedientes.
 
Alan García siempre podrá esgrimir que, en su condición de presidente de la república, él tenía la potestad de estas decisiones, por lo que podría hasta llegar a exonerarse de alguna responsabilidad en el plano penal.
 
Pero de lo que no debiera haber duda es de que hay una responsabilidad política ineludible, sospechosa y condenable, por haber decidido 5,268 conmutaciones de pena, de las cuales nada menos que 3,223 –es decir, el 61%– correspondían a presos por delito de narcotráfico.
 
Es más, Pastor precisó que él jamás modificó ninguna recomendación de la comisión de indultos y gracias presidenciales. Por el contrario, era Alan García, en su versión, el que, de puño y letra, “modificaba los indultos”.
 
En este contexto, no deja de ser curiosa la declaración del ex premier Jorge del Castillo respecto de lo ocurrido anteayer en el juicio público: “Excelente testimonio de Aurelio Pastor; de más de 5 mil conmutaciones, solo 16 están judicializadas y solo dos fueron en su período”.
 
García está ahora, por sus anotaciones de puño y letra, y las declaraciones de su ex ministro de Justicia, mucho más comprometido en el gravísimo caso de los narcoindultos.
La situación de Heredia también se ha agravado luego de que le reconociera a la periodista Rosa María Palacios que la letra de las agendas que le robaron es, en efecto, suya, como era muy difícil de dudar.
 
Que primero haya dicho que “la verdad es mi letra” y luego diga que con eso quería decir que “mi letra es mi verdad”, parece un juego para evitar lo obvio: que la primera dama no ha dicho la verdad en las revelaciones alrededor de sus agendas, lo cual solo va a contribuir a enredar aún más su defensa en este caso en el que, al igual que García, podría hasta llegar a salir bien librada en el terreno judicial, pero muy dañada en el ámbito político.


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