viernes, 4 de julio de 2014

Urresti y el caso Bustíos

Cuando el ministro de diez días, Daniel Urresti, asegura que informó al presidente Humala que tenía un proceso abierto ante la justicia por uno de los casos más emblemáticos de violación de derechos humanos y atropello contra la prensa independiente de la década de los 80, y que este le dijo que había consultado con abogados y que su nombramiento era procedente, está colocando a nuestro vapuleado primer Mandatario en una de las situaciones más delicadas de los últimos tres años.
Digo esto porque la discusión no es acerca de si el personaje que quiere imitar a Rambo es finalmente inocente de la muerte del periodista Bustíos en noviembre de 1988, sino que la presunción que existe sobre él está avalada por la intervención de un fiscal y un juez que han encontrado mérito para la causa. Ningún presidente u otra autoridad pueden ignorar este hecho y sentenciar por su cuenta de acuerdo a lo que “les parece”. Imaginemos solo la circunstancia de que fuera declarado culpable, ¿cómo podría repercutir eso sobre la legitimidad del gobierno? O, por la inversa, planteémonos la hipótesis de que podría tratarse de presionar a la justicia para que entienda que ahora está acusando a un ministro. ¿No sería esa un provocación entre poderes?
Hay otro aspecto a considerar. Al Humala que conocí durante los años 2006-2011, lo sometieron a un proceso interminable por la acusación que pesaba sobre él en relación a su participación al frente de un destacamento antisubversivo en la selva del Huallaga. En aquel entonces García se llegó a jactar de haberle clavado un juicio a su adversario para tenerlo jaqueado. Y la actitud del denunciado fue someterse a las restricciones que le impuso el proceso y esperar pacientemente que los jueces resolvieran en todas las instancias. Ollanta solía decir que lo que importaba era limpiar su nombre de acusaciones graves sobre derechos humanos. Pero, ¿cómo fue que se invirtieron sus valores para que no exija lo mismo de su ministro?
Creo, finalmente, que hay un tercer tema, que tiene que ver con los bandazos políticos de este gobierno. Sí es cierto que con Urresti se quería proyectar una imagen fuerte ante la presión que le reclamaba actuar contra la delincuencia, y que los excesos cometidos en la represión de mineros informales eran valorados como parte de esa dureza buscada. Hago un esfuerzo de imaginación y veo en este contexto a Ollanta recibiendo de Urresti la información sobre el caso que tiene pendiente y al Presidente considerando si esto era motivo suficiente para retroceder en su propuesta. Por lo visto no vio cuán a flor de piel están estos asuntos en la memoria de los peruanos y las sensibilidades que toca apenas los removemos. Ahora está en una situación en la que pierde si saca al ministro al que nombró sabiendo quién era. Pero pierde más si lo deja. 

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