sábado, 12 de julio de 2014

Soy católico, pero…


JAVIER VALLE – RIESTRA
Antes de ingresar al tema quiero precisar que soy y he sido católico practicante a lo largo de toda mi vida. Inclusive en mis etapas de zurdismo más radical, jamás tuve posturas anti-religiosas o anti-católicas. Entremos, ahora sí, al asunto en debate. Mi amigo, el Cardenal Juan Luis Cipriani, viene criticando ferozmente el Protocolo de aborto terapéutico, recientemente aprobado y publicado por el Ministerio de Salud. Ha llegado a calificarlo como “una guía para matar”. Precisó que dicho documento contiene una causal que deja abierta la posibilidad de practicar abortos por cualquier motivo.
Pero, ¿qué dice el protocolo en cuestión? Se trata de una guía técnica para la interrupción del embarazo menor de veintidós semanas en los casos en que esté en riesgo la vida la gestante y cuando es el único medio para salvar su vida. Según una acepción simplista, aborto es la expulsión prematura del útero grávido, pero, este concepto no es bastante comprensivo desde un punto de vista jurídico ni satisface, por otro lado, las exigencias médicas que buscan la exclusión del aborto con fines obstétricos.
El médico legista Tardieu, definió al aborto criminal, como la expulsión prematura y provocada violentamente del producto dela concepción, con independencia de todas las circunstancias de edad, viabilidad y aún formación regular de este producto. Sin embargo, esa definición, no incluye la destrucción del feto en el seno materno. La Conferencia Episcopal Peruana a través de una declaración, ha expresado su más firme rechazo a la guía aprobada por el gobierno por considerar que abre las puertas, por primera vez en el Perú, al aborto; es decir, al asesinato de una vida humana inocente.
Los Obispos han señalado que la norma cuestionada además de inmoral, es un documento inconstitucional, pues lesiona el artículo primero de la Charta la cual establece que la defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado. A lo que agrego yo, el artículo dos, inciso primero de la magna lex, que dice como toda persona tiene derecho a su integridad moral psíquica y física y que “el concebido es sujeto de derecho en todo cuanto le favorece”.
Por todas estas postulaciones la reglamentación extemporánea de la ley deviene un contrafuero y un atentado contra la vida. Tengo mis discrepancias, pero, me someto, como siempre, a la disciplina de la iglesia católica a cuyas filas pertenezco.

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