domingo, 13 de julio de 2014

Sepultura universitaria


redactor: Antero
Flores-Aráoz
De golpe y porrazo sepultó el oficialismo parlamentario y el gobierno nacionalista: la autonomía universitaria, la Asamblea Nacional de Rectores (ANR) y al Consejo Nacional para la Autorización de Funcionamiento de Universidades (CONAFU). Además, de refilón, lesionaron y dejaron en estado de coma al Sistema Nacional de Evaluación, Acreditación y Certificación de la Calidad Educativa (SINEACE).
Como si todo ello fuera peccata minuta, recortaron el mandato para el que habían sido elegidos rectores, vice-rectores y decanos de universidades públicas, ordenando nuevas elecciones pero con prohibición de reelección a los que fueron echados.
En una sola sepultura pusieron como cadáveres, a la autonomía universitaria, a la ANR y al CONAFU. Entierro inmediato, tres en uno y sin velatorio, lo que no podría hacer ni mi amigo don Agustín Merino, y sin la publicidad que anuncian las promociones de Oechsle, Saga y Ripley.
Como émulos de don Nicolás de Macchiavello, y probablemente para reducir la intensidad de las protestas estudiantiles, trataron de seducir a los alumnos con mantener el bachillerato automático, sin sustentación de tesis, a quienes hoy cursan estudios de pre-grado universitario y, adicionalmente, convirtieron a los alumnos en electores de las autoridades universitarias al instaurar el voto universal.
Prefirieron que volviera la politización a las universidades públicas, que tanto había costado desplazar. Ahora, quienes pretendan ser elegidos autoridades universitarias, seguramente harán campaña ante los alumnos ofreciendo el oro y el moro, se romperá la disciplina y se reducirá la exigencia académica, efecto absolutamente contrario al que sirvió como pretexto para sacar la dichosa ley.
Probablemente nos contestarán que lo que se busca es la democracia universitaria, a lo que tendríamos que decirles que la democracia es entre iguales, como son los ciudadanos para elegir a Presidente, Parlamentarios, Presidentes Regionales y Alcaldes, pero que seguramente a ningún congresista se le ocurriría pretender que además de sus pares elijan a su Presidente con intervención y voto de funcionarios administrativos, asesores, asistentes, e incluso hasta el personal de servicios.
El Ministro de Educación, que hoy entusiasta aplaude la ley, fue designado por el Presidente de la República a recomendación del Presidente del Consejo de Ministros. No fue elegido por los alumnos en el sector de su rectoría, ni por los maestros, ni menos por el personal administrativo del Ministerio de Educación.
El Presidente de la Comisión de Educación del Congreso, gran impulsor de dicha ley, a la que también le reconocemos varios aciertos, es un prestigioso general, y sus ascensos no fueron por elección de los soldados del cuartel, sino por haberse ganado los galones a punta de esfuerzo y eficiencia que fueron reconocidos por sus superiores.
Soy consciente que lo que afirmo no cosecha votos entre estudiantes, pues muchos de ellos preferirán morder el señuelo, lanzado desde el Congreso, que mirar las cosas con perspectiva duradera. No importa, seguiremos exponiendo nuestras creencias, convicciones y pensamientos, gusten o no, nos tiene sin cuidado. Recuerden que la demagogia no dura, es flor de un día, mientras que la responsabilidad es tan duradera como el bosque de muchas décadas.

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