jueves, 31 de octubre de 2013

SI NO PODEMOS REPARTIR RIQUEZA, REPARTAMOS POBREZA

Tengo la convicción y el recuerdo que Sebastián Salazar Bondy pronunció la frase de estricta inclinación política que encabeza este artículo.

De connotación equivocada hubiese creído Aldo Mariátegui, sin poderlo calificar de caviar, adjetivo que no se utilizaba en aquella época, a pesar que no recuerdo cuando murió Sebastián.
No puedo reafirmar la autoría de la frase del lúcido pensador, poeta y autor de teatro. He consultado con amigos, también sin memoria y el buscador google no me absolvió la consultadeseada, aunque me recordó que Sebastián dejó este mundo en el año 1964, cuando yo acababa de recibir mi título de abogado.
Repartir la pobreza fue una frase noble que contó con el apoyo de los desposeídos y posiblemente con el de banderías políticas de izquierda, pero nunca creí que solo repartiendo pobreza, íbamos a satisfacer las necesidades de un país creciente en número de habitantes y absolutamente deficitario en educación, salud pública y alimentación, con amplio desempleo y condiciones infrahumanas de habitabilidad, en viviendas tan inaparentes como la cueva de un Cromañón. Ciertamente hubo y hay gente industriosa y con recursos que multiplica el capital, otorga empleo y genera capacidad suficiente para ampliar y/o diversificar sus actividades, convirtiéndose en agente multiplicador, pero esos programas no pueden quedar en manos de veinte grupos económicos, beneficiados por su espíritu emprendedor y la gracia del Espíritu Santo, sino requieren de proyectos que impulsen el crecimiento sin perjudicar su tendencia al incremento o progresión, para ello se requiere del impulso estatal, ciertamente dirigido por el Poder Ejecutivo, asentado sobre estudios solventes de nuestra realidad y capacidad, así como la firma de tratados de comercio con países que requieran de nuestros productos y de las habilidades de nuestros trabajadores.
Encuentro una similitud entre la frase que tercamente le sigo atribuyendo a Sebastián Salazar, con esa esperanza de nuestro actual gobernante, confiado en que la Inclusión Social, a la que llama redistribución, pueda ser el motor de desarrollo que este país necesita.
Es posible que en la ejecución de servicios básicos y vitales, para pueblos alejados de la manos de Dios, adonde no llega siquiera la movilidad que estaba en uso hace sesenta años, donde la corriente eléctrica está por instalarse desde la época del general Odría, donde el agua potable se trae de dos kilómetros de distancia, en hombros de niñas de doce años, donde no existe teléfono y pasarán generaciones para que se enteren de los beneficios de la cibernética. Eso significa que están relegados a la época de la carreta y que es un imperativo incluirlos, mínimamente, en el país que nacieron, donde deben tener derecho a la dignidad.
Creo y deseo que no se llegue a confrontaciones excluyentes, tengo la certeza íntima que ambas aspiraciones pueden ser complementarias, correr en paralelo y conseguir, codo a codo, el objetivo deseado. El primer y más importante factor para el desarrollo de los pueblos es el crecimiento económico, que puede reflotar a un país de sus carencias y necesidades .Hay, sin embargo, la imperiosa necesidad de trabajar en conjunto con gobiernos regionales y municipales, que van a constituir un obstáculo, pues sus titulares pertenecen a partidos políticos distintos al partido gobernante y en su ignorancia, creen que su labor estriba en obstaculizar el quehacer Ejecutivo, para impedir que se elija como presidente a un miembro del actual gobierno, de esa forma corta el desarrollo de los programas, impide el cumplimiento de metas y se siente un triunfador, esperando una curul en futuras elecciones.
La seguridad ciudadana es una necesidad imperiosa, en ella hay que invertir dinero y aumentar las sanciones del Código Penal. Estamos a Niveles de Méjico y Colombia, donde la gente muere todos los días por orden emanada de un centro penitenciario.
Estuvo muy bien la participación de Ollanta Humala en el foro de la Cumbre APEC 2013, llevado a cabo en Tailandia, pero es menester que recuerde que es un imperativo crear riqueza, en forma permanente y sostenida, olvidándose de repartir pobreza, que para eso no lo hemos elegido.

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