lunes, 3 de febrero de 2014

Diarios ‘chicha’

Sábado 01 de febrero 2014 - 07:40
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Nuestro columnista dice que estos periódicos no brindaban noticias, sino inmundos y cobardes ataques a personajes políticos de la oposición.

Diarios ‘chicha’
Este Búho ingresa al túnel del tiempo. Octubre de 1999. Los diarios ‘chicha’ ‘La chuchi’, ‘El chato’ y ‘El tío’ dejaron de lado sus macabras portadas de ‘hombres decapitados, acuchillados con las vísceras expuestas, bebitos con cabeza de chancho y cuernos anunciando el fin del mundo’. Mantenían las calatas y las informaciones de farándula, pero la noticia de portada pasaba a ser política.
En realidad, no eran noticias, sino inmundos y cobardes ataques a personajes políticos de la oposición. La primera víctima fue el entonces alcalde de Lima, Alberto Andrade, a quien el siniestro Vladimiro Montesinos declaró la guerra porque derrotó al fujimorista Jaime Yoshiyama, y porque defendió Los Pantanos de Villa frente a la empresa chilena ‘Lucchetti’, que había aceitado al ‘Doc’ con miles de dólares. Para Andrade fueron publicados titulares como ‘Turista Andrade continúa botando obreros de la Muni’, ‘Chancho Andrade pide sembrar el terror a sus cascos azules’, ‘Pituco Andrade dice: No soporto Lima’, o ‘Somos kutra de Andrade quiere traficar con lotes de terrenos del pueblo’.
A Alejandro Toledo le pusieron: ‘Toledo abolla a su gringa por hacerlo venado’ y ‘Madres rechazan a Toledo’, entre otros. También fueron víctimas Gustavo Mohme, Javier Diez Canseco, César Hildebrandt y otros. Luego se supo la verdad. Montesinos había reclutado al rollizo publicista Augusto Bresani para que contacte a los dueños de esos pasquines. ‘Vladi’ tenía a disposición una bolsa de un millón de dólares que usaba sin miramientos para destruir a la oposición, al mismo estilo del nazi Joseph Goebbels. ‘Miente, miente, que algo queda’.
El ‘Doc’ y el publicista argentino Daniel Borobio orquestaron el siniestro plan. Esos periódicos no vendían, pero todos los días permanecían colgados en los quioscos desde la mañana hasta la tarde, y millones de personas se paraban para leer las portadas. Desde allí se lanzaba estiércol a los políticos que se oponían a la dictadura.
La cajera de Montesinos, Matilde Pinchi Pinchi, aseguró que el asesor le daba a Bresani 80 mil dólares mensuales y 180 mil quincenales para repartirlos entre los ávidos y arrastrados directores y dueños de esos pasquines. Quienes se encargaban de dar el dinero a Bresani, según Pinchi Pinchi que reveló a la jueza Magaly Báscones, eran los secretarios de ‘Vladi’, Wilbert Ramos y Mario Ruiz. Bresani titulaba en su oficina y reenviaba el material a la computadora del ‘Doc’, quien le daba el toque final. Esa prensa de cloaca está en extinción, aunque algunos operadores de esa época están reciclados y todavía siguen actuando.
En estos tiempos, felizmente, ya no se discute sobre esta prensa vendida. Sin embargo, una nueva amenaza se cierne sobre la libertad de expresión. Con el pretexto de una supuesta ‘concentración de medios’, por la asociación de las empresas El Comercio y el grupo Epensa, algunos políticos oportunistas insisten en que se den leyes que regulen a la prensa. ¡Cuidado! ¿Qué quieren regular? ¿Acaso el número de ejemplares que se pueden vender en un día, o la publicidad?
El tema no es un asunto menor, como se puede ver en Ecuador y Argentina donde la prensa vive bajo constantes amenazas de prisión a los periodistas, clausura de los diarios, cierre de publicidad estatal, amenazas a las empresas privadas para que no anuncien en los medios incómodos y otros.
En una encuesta de hace unos días en nuestro país, la mayoría de los consultados que dijeron conocer el tema de la llamada ‘concentración de medios’, consideraron que en el Perú sí existe libertad de expresión y que el ciudadano tiene libertad para elegir el diario que quiera.
La consulta no fue hecha a políticos y empresarios interesados, sino al hombre de a pie, a quien no se le puede engañar. Es que en el Perú existen unos 60 diarios, y el lector puede escoger cada día el que prefiera, libremente, pues hay para todos los gustos.
La mejor forma de garantizar la libertad de expresión es someter a los medios a la voluntad soberana de los lectores. Son estos, con su libre preferencia, los que determinarán el éxito o el fracaso de los medios. Nadie más debe tener ese derecho.
Apago el televisor.

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