No hay duda, al Congreso le siguen creciendo los escándalos como a los muertos las uñas. Un poco más y los malos parlamentarios lo entierran. Cada mes, cada semana, cada día hay un nuevo congresista investigado. Esta vez le tocó el turno a Cenaida Uribe, uno de los íconos de nuestro vóley, el deporte que hace gala de disciplina, sacrificio y trabajo para lograr objetivos resonantes. Muchos se preguntarán, si ella está involucrada en irregularidades, ¿qué será del resto?
Los medios, que tienen gran velocidad de prejuzgamiento, informan con frecuencia sobre malas prácticas en el Congreso. Se dicen cosas fuertes de los legisladores, se cuestiona su calidad moral, pero la mayoría de ellos no se detiene a analizar los alcances de sus actos, que deja por los suelos al Parlamento, están más preocupados en concretar sus expectativas personales. Por ello, no hay prudencia ni respeto a este Poder del Estado.
La Comisión de Ética del Congreso y la Fiscalía de la Nación investigarán a Cenaida Uribe por, supuestamente, presionar al director de un colegio para que se le renueve contrato a la empresa de publicidad Punto Visual, propiedad de la pareja sentimental de la congresista.
Si esto es cierto, será muy difícil que salga a la luz. No solo porque en estos actos furtivos, nadie firma documentos, sino porque todo el aparato de poder del oficialismo apoya a la exvoleibolista, desde la voz altisonante de Daniel Abugattás hasta el silencio de Nadine Heredia. Es probable que muchos tengamos la convicción íntima de que los personajes bajo sospecha son culpables, pero en algunas circunstancias no podemos probarlo.
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