Javier Valle – Riestra
Hablando por nosotros el ex Canciller Eduardo Ferrero Costa --con quien fui compañero de gabinete hace quince años-- dijo: “No hay tema pendiente. Está cerrado por el Tratado de 1929. Si Chile insistiera en ese caso, cabría la posibilidad de acudir al arbitraje de Estados Unidos”. Incluso Joselo García Belaunde ha sido más rotundo, ante las actitudes contumaces del canciller mapochino. Ha llegado a decir que hay una mala lectura por su parte, porque la Corte ha sido clara al rememorar que no es competente para fijar lo del triángulo ya definido por el Tratado de 1929. Recordó que este espacio territorial fue demarcado por el Hito 1 del punto Concordia.
El Perú, pienso, ya debería hacer navegar su flota en el mar que hemos recuperado. Tenemos que ejercitar nuestros derechos pese a las amenazas veladas de Santiago. Recordar que la tesis satánica de Chile es el Mar Presencial; es decir, que donde está su flota, está Chile. Esto significa que pueden mantener una actitud de rebeldía frente a lo dispuesto por lo Corte Internacional de Justicia. Eso podría dar lugar a escaramuzas marítimas sumamente peligrosas. Por eso, no me llamaría la atención que el tema pudiera pasar a las calendas griegas, porque Lima o Santiago, al amparo del mencionado Tratado de 1929, podrían recurrir al arbitraje de Washington.
Chile nos atacó en el siglo XIX y nos despojó de Tarapacá; en el siglo XX de Arica y hoy va a hacer lo necesario para volatilizar nuestro triunfo en La Haya. El tratado de 1929, Rada & Gamio – Figueroa Larraín, señala en su cláusula once que habrá arbitraje del Presidente de Estados Unidos para casos de desacuerdo. Otra eternidad.
El Perú, pienso, ya debería hacer navegar su flota en el mar que hemos recuperado. Tenemos que ejercitar nuestros derechos pese a las amenazas veladas de Santiago. Recordar que la tesis satánica de Chile es el Mar Presencial; es decir, que donde está su flota, está Chile. Esto significa que pueden mantener una actitud de rebeldía frente a lo dispuesto por lo Corte Internacional de Justicia. Eso podría dar lugar a escaramuzas marítimas sumamente peligrosas. Por eso, no me llamaría la atención que el tema pudiera pasar a las calendas griegas, porque Lima o Santiago, al amparo del mencionado Tratado de 1929, podrían recurrir al arbitraje de Washington.
Chile nos atacó en el siglo XIX y nos despojó de Tarapacá; en el siglo XX de Arica y hoy va a hacer lo necesario para volatilizar nuestro triunfo en La Haya. El tratado de 1929, Rada & Gamio – Figueroa Larraín, señala en su cláusula once que habrá arbitraje del Presidente de Estados Unidos para casos de desacuerdo. Otra eternidad.
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