viernes, 6 de diciembre de 2013

Parte un gigante


Ayer murió, a los 95 años de edad, Nelson Mandela, héroe de la lucha contra el racismo y por la democracia y la justicia social. Intelectual brillante y revolucionario desde sus años mozos, Mandela ingresó en 1944, a los 26 años de edad, en el Congreso Nacional Africano (CNA), movimiento que predicaba un socialismo al estilo africano que acentuaba el antirracismo y el antiimperialismo.


César Lévano
César Lévano
Razón Socialcesar.levano@laprimeraperu.pe
Desde su inicio, esa fuerza se distinguió por incluir entre sus animadores no solo a negros, sino también a blancos ilustres en las ciencias y las artes. En 1952 fue elegido presidente del CNA, y activó campañas por la libertad y la igualdad racial. La lucha de masas enfureció al régimen, que encarceló a ocho mil militantes, entre ellos Mandela, quien esa vez estuvo preso tres años. En 1955 reapareció enarbolando una Carta de la Libertad con la exigencia de crear un Estado multirracial, igualitario y democrático.

Mandela era seguidor de la doctrina de resistencia no violenta de Gandhi, hasta que la dureza de la dictadura lo convenció de que había llegado la hora de la lucha armada. Encabezó entonces, armas en mano, un movimiento guerrillero que se distinguió por especializarse en actos de sabotaje, evitando al máximo el derramamiento de sangre.

En esa etapa volvió a ser encarcelado. En un juicio injusto fue condenado a cadena perpetua. En 1985, en un intento de opacar el creciente prestigio nacional y mundial de Mandela, el gobierno le ofreció la libertad, a condición de que su organización renunciara a la lucha armada y él aceptara vivir en un pueblo del apartheid (el sistema de ghetto en que aislaban a los negros).

Mandela rechazó la oferta a través de un comunicado difundido por su hija Zindzi. Ahí decía:

“¿Qué libertad se me ofrece, mientras sigue prohibida la organización del pueblo? Solo los hombres libres pueden negociar. Un preso no puede entrar en los contratos”.

El luchador permaneció 27 años tras las rejas. Durante larga temporada él y otros dirigentes de su movimiento tuvieron que realizar trabajos forzados en una cantera de cal.

Al final, un gobierno deseoso de paz lo liberó. Después sería elegido como el primer presidente negro de Sudáfrica. No puedo olvidar la imagen de la gente morena de su país, bailando, en una manifestación gigantesca, al compás de su oratoria. Hacía bailar a la multitud después de haber hecho vibrar sus corazones y sacudido sus conciencias.

Amante de la música de su pueblo, era asimismo melómano de los clásicos. En las tardes, a la hora del crepúsculo prestaba oídos a Haendel y Tchaicovski. 

Nobleza, valentía, lucidez constituyen su herencia. Nos mostró el potencial de grandeza que encierra la raza humana.

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