domingo, 22 de diciembre de 2013

El pianista del burdel

La desconfianza entre la política y los ciudadanos.

 La suspicacia por la cita entre el presidente Ollanta Humala y el congresista Víctor Andrés García Belaunde podría ser exagerada pero se justifica porque la política peruana está dominada por una profunda relación de sospecha con el ciudadano.
Esta se estableció tras varios años de defraudación de la confianza ciudadana, especialmente al final del fujimontesinismo cuando los ‘vladivideos’ fueron un crudo backstage de la escena oficial, con ministros, congresistas, jueces, generales, empresarios, periodistas, propietarios de medios, entre otros integrantes del elenco estable de la política, que mostraban que el interés subalterno es la guía de muchas decisiones que afectan al ciudadano.
Varios acabaron, con razón, en la cárcel, pero ni eso ni lo que vino luego del colapso del fujimontesinismo ayudó a reconstruir la confianza.
Cada año, el Perú aparece en el Latinobarómetro –una encuesta hecha en 18 países– en los últimos puestos de la relación entre política y ciudadanía, a pesar del buen desempeño relativo de su economía, y con un continuo deterioro de la confianza.
A este resultado contribuyen varios factores, como la mala calidad de los servicios públicos básicos –educación, salud, seguridad o justicia–, pero también juega un papel crucial la corrupción y el desempeño lamentable de muchos políticos.
Cada día, la política peruana produce situaciones desconcertantes que, de tanto repetirse, se vuelven ‘normales’. Ejemplos recientes: protección policial a alguien como Óscar López Meneses, con obvia vinculación a gente mafiosa; se pierden los libros de visitas a los penales; un perito aprista sirve para limpiar a Alan García en la fiscalía; Alberto Fujimori acusa al presidente Humala de montesinista; las compras inmobiliarias de Alejandro Toledo; un congresista con discapacidad como Michael Urtecho le roba el sueldo a sus trabajadores y negocia hasta las sillas de ruedas; Martha Chávez reclama el derecho a presidir un grupo de trabajo parlamentario sobre derechos humanos; o la ‘repartija’ en el Tribunal Constitucional.
La cita secreta entre el presidente Humala y el congresista García Belaunde, indebida porque este preside una comisión que va a investigar la vinculación de López Meneses con el gobierno, tiene, por todo ello, un manto de sospecha justificado. Aquí cualquier cosa puede pasar.

Harry Truman, quien dejó la Casa Blanca para vivir en su pequeña residencia de toda la vida, heredada por su esposa, y quien se negó después a recibir grandes encargos remunerados –esos vinculados a ‘la plata llega sola’–, dijo que “mis vocaciones en la vida siempre fueron ser pianista de una casa de putas o político. Y, para decir verdad, no existe gran diferencia entre las dos”. Tenía razón.

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