domingo, 29 de diciembre de 2013

ESPIONAJE GLOBAL

Edward Snowden, un consultor de 30 años de edad, especializado en las nuevas tecnologías relacionadas con las comunicaciones e internet, que trabajaba para la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos, la celebérrima CIA, y también para la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), fue quien destapó la caja de Pandora. Lo hizo premeditadamente. Cuidadosamente preparó la entrega de una innumerable documentación que probaba las abismales profundidades del espionaje de las agencias norteamericanas a escala global. Al mismo tiempo, narró con todo lujo de detalles lo que conocía sobre el espionaje, especialmente lo relacionado a un programa de punta en la tecnología del espionaje, el denominado programa PRISM, a periodistas de dos de los más acreditados medios periodísticos internacionales: el Washington Post y el británico The Guardian.
Pero no fue incauto. Al mismo tiempo que procedía a efectuar sus explosivas revelaciones, él mismo se puso a buen recaudo y huyó de su país. Así, protagonizó durante varios meses una peripecia que lo condujo hasta Hong Kong. La noticia de sus denuncias dio la vuelta al mundo y puso, también, de vuelta y media al gobierno norteamericano, el cual dispuso su captura inmediata.
Pronto se supo que prácticamente nadie escapaba al programa de espionaje. No se trataba, como dijo inicialmente el gobierno norteamericano, de una acción preventiva dirigida solo contra el terrorismo internacional. Los amigos y aliados de los Estados Unidos estaban en primerísimo lugar en el programa de espionaje. ¿Qué tenía que ver, por ejemplo, la lucha contra el terrorismo internacional con la intervención sistemática de las comunicaciones de la canciller de Alemania, la conservadora demócrata cristiana Ángela Merkel? ¿Y la vigilancia de los funcionarios de la Unión Europea relacionados más bien con cuestiones de la economía?
En su huida por el mundo, Snowden no pudo hallar país que le diera formal asilo. La presión norteamericana se ejerció a fondo para evitarlo. Finalmente, Snowden fue a parar a una suerte de limbo en el aeropuerto de Moscú, donde al cabo de varias semanas de precaria permanencia, Rusia le concedió asilo temporal hasta por dos años. A pesar de sus esfuerzos, el gobierno norteamericano está pasando por una situación bochornosa ante la comunidad internacional y se ha visto forzado a anunciar correcciones a su política de vigilancia global, en las cuales, por cierto, nadie cree.

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