viernes, 6 de diciembre de 2013

Nelson Mandela-Madiba vive

Viernes, 06 de diciembre de 2013 | 4:30 am

Todas las banderas del mundo hoy a media asta.
Hagamos silencio largo y profundo porque ha muerto uno de los más excelsos seres humanos que la historia humana ha conocido: Nelson Mandela. Un hombre que encarnó todas las acepciones de valentía y resiliencia. Que trascendió toda pequeñez y vileza humana esgrimidas en su contra –y al tiempo– contra seres humanos solo porque el color de su piel era oscuro.
Si hay un hombre que podríamos llamar superhéroe de la vida real sin caer en exageraciones, es él. Sindicado como terrorista por liderar una revolución en contra de la intolerancia, el racismo, la injusticia y la discriminación acerada, pasó 27 años de su vida encerrado en una prisión desde la que lejos de macerar odio, contagió al mundo de solidaridad, entendimiento y amor. Y quizás una de las cosas más increíbles de este arquetipo de ser humano, es la colosal humildad que irradió en todo momento de su vida, desde su posición de líder soterrado, y en especial cuando fue liberado y convertido en héroe nacional y ejemplo histórico mundial.
Luchó desde 1948 en contra del apartheid, la política de segregación racial que institucionalizaba la injusticia e inequidad en su país. Fue sentenciado en 1964 a cárcel de por vida acusado de sabotaje por el gobierno. En la prisión de Robben Island, donde pasó los primeros 18 años, solo se le permitía una visita de 30 minutos al año. Fue en el encierro que contrajo la tuberculosis que debilitó sus pulmones, causa de sus males antes de su muerte.
Su número de reo, 46664, fue símbolo de la campaña mundial para su liberación, que ocurrió el 11 de febrero de 1990. Frente a las 50 mil personas que esperaban su liberación –muchas sin siquiera saber cómo lucía tras casi 3 décadas de encierro– vieron a este gran hombre salir sonriendo y saludando.
“Cuando crucé la puerta que me llevaría a mi libertad, supe que si no dejaba mi amargura y odio atrás, seguiría estando en prisión”, fueron sus palabras al salir.
No había tiempo que perder en odios. Mandela se convirtió en presidente del Congreso Africano Nacional (ANC) y desde ahí lideró las negociaciones con el presidente De Klerk para la abolición del apartheid y el establecimiento de elecciones multirraciales en las que se convirtió en el primer presidente negro de su nación. Pero el poder no era su meta. Siguió trabajando con humildad, enfocado en los demás. Hizo un gobierno en el que la unidad nacional fue el foco. Promulgó la nueva Constitución en la que el racismo quedó prescrito; y en 1993 recibió el Premio Nobel de la Paz junto con De Klerk.
Pero Mandela hizo más que llevar paz a su país y al mundo. Él se constituyó en el ejemplo de un superhombre, de las posibilidades de la bondad sobre la maldad, entregó parte de su vida y su salud por muchos que gracias a él tuvieron una vida distinta, en Sudáfrica y en el planeta.
Su fundación ha puesto este mensaje en la web: “Agradecemos por su vida, su liderazgo, su devoción por la humanidad y las causas humanitarias. Saludamos a nuestro amigo, camarada y colega y le agradecemos por los sacrificios que hizo por nuestra libertad”.
Gracias, Nelson Rolihlahla Mandela –Madiba– por tu legado al mundo. Padres, cuéntenles a sus hijos que un gran hombre sin igual ha muerto, y que todos deberíamos intentar ser aunque sea un poquito como él. El mundo sería mejor lugar.

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