miércoles, 25 de noviembre de 2015

APRA: No uno, sino varios plagios


Jorge del Castillo es secretario general del Apra y jefe de la comisión partidaria que ha elaborado el “Plan Bicentenario” de su partido, un plan compuesto de saldos y retazos ajenos. Esa pepitoria chapucera revela no solo deshonestidad intelectual; es una prueba de inmoralidad y de irresponsabilidad frente al país.
Alan García ha dicho que ese plan fraudulento es para el Apra un autogol. En realidad es la expresión de un partido que ha abandonado doctrinas y principios, y tradiciones de lucha y sacrificio de sus bases. García es el gran culpable de esa apostasía intelectual, moral y social. No en vano ha sido consagrado como el político más corrupto del país.
El autogol de Del Castillo proviene de una matriz de claudicación ante los poderes de la oligarquía interna y del imperialismo yanqui. Tanto García como Del Castillo pertenecen a una generación que no gestó la teoría y la táctica del aprismo, y no padeció los rigores de la cárcel, la tortura, el destierro, la muerte.
Hace algunos años, hubo en el local del Apra en la avenida Alfonso Ugarte un homenaje a Manuel Arévalo, el obrero cañero que se elevó a gran pensador político y organizador, en la clandestinidad trujillana, del “sólido norte” aprista. Haya de la Torre creía, en los años 30 del siglo XX, que Arévalo lo podría remplazar en la dirección del Apra, en el uso de que a él lo mataran. Antenor Orrego lo exaltó en su libro Pueblo Continente. La reacción peruana sabía lo que hacía cuando ordenó matar a Arévalo.
Esta digresión histórica me es inspirada por un recuerdo que viene al caso. En el mencionado homenaje, al que fui invitado sin duda porque había publicado en La República, allá por 1985, una amplia recordación de Arévalo, que reproduje en LA PRIMERA del 24 de febrero del 2008. Perdido entre el público, escuché cuando Armando Villanueva expresó: “El Apra fue y tiene que seguir siendo un partido antiimperialista”. Hizo una pausa, y, mirando a Del Castillo, cerca de él en el estrado, agregó: “No sé qué pensará mi secretario general de esto”.
Cientos de apristas fueron testigos de esa escena y de esas palabras.
El filtro de los años me conduce a una reflexión: Villanueva veía en el entonces secretario general del Apra el peligro de una abdicación ideológica y política.
Creo que la intuición de Villanueva se ha materializado. El plagio comandado por Del Castillo indica un bajo nivel político y moral, y una irresponsabilidad social y nacional. Exhibe, además, una ausencia de ideas.

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