domingo, 28 de septiembre de 2014

Los medios violentos y la función cerebral

Muchas personas aseguran que las películas, videojuegos e incluso noticieros de TV que muestran crudas escenas de violencia hacen que sus consumidores y la sociedad en general se tornen más violentos. Otros dicen que no; que los medios de comunicación no generan ninguna violencia, que el ser humano es violento por naturaleza y lo que ellos simplemente hacen es poner a disposición del público un producto que se consume como cualquier otro.
En otras palabras, mucha gente se pregunta cuál es el efecto que tienen los medios de comunicación sobre el cerebro humano.
Una reciente investigación, publicada en “PLOS One”, tituladaReacciones a los medios violentos: ¿está en el cerebro del consumidor? responde de una manera científica y muy elegante: el efecto de los mensajes de violencia en los medios de comunicación depende del nivel de agresividad de la persona que recibe los mensajes. En otras palabras, la violencia de los medios alimenta las emociones violentas en el cerebro de la persona que ya es agresiva por naturaleza, lo cual sin duda crea un problema de salud pública importante porque con la enorme disponibilidad de medios violentos un importante sector de la población se torna cada vez más violento.
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¿QUIÉN ES AGRESIVO?
El estudio fue hecho por investigadores de las escuelas de Medicina Mount Sinai y Stony Brook de Nueva York y los Institutos Nacionales de la Salud de EE.UU. En la investigación participaron 54 hombres a quienes se les administró inicialmente el componente de agresividad del cuestionario de agresividad Buss-Perry. Este permitió distinguir, al inicio del estudio,cuántos de esos hombres tenían una personalidad agresiva y cuántos no.
La segunda parte del experimento consistió en hacer en los 54 voluntarios un estudio muy moderno del cerebro llamado tomografía de emisión de positrones con fluorodeoxiglucosa (PET-FDG). Hay que recordar que el combustible o alimento principal del cerebro humano es la glucosa o azúcar simple, por lo que si se supiera qué sectores del cerebro están “quemando” más glucosa, podríamos conocer qué funciones cerebrales son las más activas en un momento determinado.
La FDG que se usa en este examen es la glucosa normal “marcada” con una sustancia que la hace visible en los exámenes radiológicos. Por lo tanto, si inyectamos FDG a una persona y le mostramos escenas violentas con sangre, disparos, violaciones, decapitaciones, asesinatos u otras, podremos examinar qué sectores del cerebro son las que más trabajan en ese momento.
Y eso fue lo que se hizo en el experimento. Los 54 voluntarios recibieron la FDG, fueron puestos en la máquina PET y fueron expuestos a videos de escenas violentas mientras que se les tomaba la presión arterial (la presión arterial sistólica o máxima es muy sensible a los cambios emocionales).
Además del PET y la toma de la presión arterial, los voluntarios reportaban si sentían que las escenas violentas los “inspiraban”, los “volvían más determinados” o si les causaban “nerviosismo” o “rechazo”.
Los resultados del estudio demostraron que hubo extraordinarias diferencias, tanto en las zonas cerebrales activadas como en la medición de la presión arterial y las reacciones emocionales entre las personas agresivas y las no agresivas.
Las personas agresivas tuvieron menor actividad de las zonas cerebrales relacionadas con el autocontrol, lo que significa que al mirar una escena de crimen, sangre u otro acto violento, las personas agresivas inhiben o disminuyen su autocontrol, por lo que en respuesta pueden tornarse violentas ellas mismas. Para los curiosos, esa zona cerebral inhibida en los agresivos es la corteza orbitofrontal medial.
Al mismo tiempo, las personas agresivas mostraron mayor actividad en las áreas cerebrales responsables de la actividad de fondo del cerebro y este concepto merece una explicación.
Cuando en el siglo pasado se descubrió el electroencefalograma, los investigadores se quedaron sorprendidos al observar que el cerebro estaba siempre activo. Es decir, su actividad eléctrica no se detenía ni cuando la persona estaba descansando la mente o cuando no estaba haciendo nada en especial. La idea en esa época era que el cerebro solo debía estar eléctricamente activo cuando la persona hacía alguna actividad especial como leer, hablar, cantar, y que debía estar en reposo cuando la persona no hacía nada (en reposo mental o soñando despierto).
Las cosas se complicaron más cuando se vio que el consumo de energía del cerebro solo aumentaba 5% sobre el nivel basal cuando la persona hacía alguna actividad específica, por lo que los neurofisiólogos concluyeron que, a pesar de no estar focalizado en alguna actividad especial, el cerebro está constantemente funcionando y tiene una actividad de fondo constante e independiente, sobre la cual se suman las actividades del cerebro activo.
Se piensa que ese estado cerebral (‘default-mode-network’, en inglés) es activado cuando estamos tranquilos y nos encontramos con nosotros mismos. Sería responsable de la reflexión personal, de la creatividad y de la tranquilidad de espíritu. Esa actividad de fondo está alterada en la enfermedad de Alzheimer, en la depresión y otras enfermedades. Su actividad es menor en el autismo y es mayor en las esquizofrenias, un severo trastorno de la salud mental en el que la persona afectada pierde contacto con la realidad.
Entonces, el que en el experimento descrito se haya encontrado que los voluntarios agresivos tuvieron una mayor actividad en las áreas cerebrales responsables de la actividad de fondo del cerebro debe relacionarse con la observación de que un efecto similar se produce en los esquizofrénicos.
DIFERENTES RESPUESTAS
Además de esas diferencias cerebrales funcionales, los investigadores reportan algo muy preocupante: los hombres agresivos que miraron las escenas violentas reportaron sentirse más “inspirados”, más “determinados” y menos “nerviosos” y proclives a “rechazar” lo que veían, comparados con las personas menos agresivas. Además, su presión arterial sistólica ni se modificó.
Los autores concluyen que la exposición de la sociedad a los medios violentos afecta con mayor intensidad a aquel subgrupo de la población que muestra una personalidad agresiva de base.
En otras palabras, no es que los medios violentos creen, originen o desarrollen violencia en la sociedad en general, sino que al “alimentar” selectivamente los circuitos cerebrales y sentimientos negativos de las personas que ya son agresivas contribuyen al desarrollo de una sociedad violenta.
MIS CONCLUSIONES
Tres ejemplos pueden ilustrar mis puntos de vista de la relevancia de este estudio en la vida diaria. El control de armas en EE.UU. es un tema que despierta muchas pasiones. Recientes disposiciones legales permiten ahora que en ciertas regiones del país las personas puedan pasearse en las calles mostrando su revólver en el cinturón.
Las reacciones del público ante esa noticia sin ninguna duda reflejan las personalidades observadas en el estudio. Las personas no agresivas se horrorizan ante esas escenas y piden mayor control de armas. Las personas agresivas piensan que eso está muy bien y que su derecho a defenderse, y mostrar que lo pueden hacer, es simplemente natural.
Las horrorosas decapitaciones de estadounidenses y franceses por el ejército islámico han despertado reacciones similares. Es probable que aquellos que no son agresivos reaccionen con emociones más negativas que aquellos que son agresivos, en quienes probablemente esas escenas les despierten más sentimientos de venganza y quieran aplicar la ley del ojo por ojo.
Viviendo en EE.UU., mis pacientes y amigos me dicen que ya no quieren mirar los noticieros de la TV peruana que se transmiten aquí. Me dicen que la cantidad de sangre, violencia y crímenes que se muestra en los noticieros peruanos es demasiada para ellos y no se explican cómo los peruanos pueden recibir tanto reportaje violento diariamente. Ellos llamaron mi atención a un noticiero matutino que abre su programa insertando sonidos de disparos de arma de fuego entre titular y titular. Es decir, los televidentes de ese noticiero desde antes de las 6:00 a.m. ya están expuestos a disparos en los titulares de su noticiero.
Y la discusión deba quizá centrarse en el estilo de reportar las noticias. Si usted revisa “The Washington Post” (de la ciudad en que vivo), las múltiples noticias violentas (que existen, son numerosas y se dan todos los días) están en la página tres de la sección Metro. Los noticieros locales de televisión reportan esas noticias todos los días con muy breves piezas informativas que reportan el hecho, pero no se detienen en los detalles grotescos de la noticia.
Los noticieros del Perú no son así. Pareciera que en cada pieza o reportaje los productores se esforzaran en mostrar durante largos minutos los detalles grotescos y violentos de cada noticia. Pareciera que están convencidos de que el noticiero que muestra más detalles sangrientos es el mejor de todos.
Creo que la investigación que hemos descrito debería ser una lectura obligatoria para todos los estudiantes de periodismo y, por qué no, de los ejecutivos, productores, camarógrafos y relatores de noticias de televisión en el Perú.

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