- Carlos Meléndez
- Politólogo
Los partidos no están enraizados socialmente, pero las tradiciones ideológicas sí. Al menos en materia electoral existen ciertos patrones de votaciones que definen políticamente las regiones en el Perú. Hay partidos que son “limeños”, el sur andino suele ser “radical” y el norte fue en su momento un sólido bastión aprista. Sin embargo, estos enclaves políticos también pueden evolucionar –aunque lentamente– con el tiempo, sobre todo si no existen actores políticos convincentes de dirigir las masas. En este sentido, advierto la posibilidad de un próximo “giro antisistema” en el norte, sobre todo ante la inminencia de una infraestructura estatal que no está preparada para afrontar las consecuencias del fenómeno de El Niño.
Ya en las elecciones pasadas, la ausencia de un candidato aprista a la presidencia evidenció que el electorado norteño podía partirse en dos, al estilo “dos cañones”: en una candidata que aseguraba la continuidad del modelo económico (Fujimori) y en otro que prometía derribarlo (Humala). Aunque este último no tuvo en la costa norte la acogida que en el sur andino (donde arrasó), logró un hecho inédito en la historia electoral peruana: que el ganador en Lima no obtuviera la presidencia. Y que un importante número de norteños endosaran la propuesta de un candidato que retara al sistema.
El retorno de la estrella a la cédula de votación el 2016 no asegura la automática reconquista aprista de su terruño. Mucha agua ha pasado desde la última campaña de García hace diez años. Primero, Alianza para el Progreso y su estilo clientelar se han apoderado con eficiencia del poder regional (y de su cultura política) ante una maquinaria aprista venida a menos y sin líderes locales. Segundo, la protesta antiminera de la sierra norte contribuye a generar una corriente de opinión que daña al “modelo”. De hecho, los candidatos “verdes” a alcaldías en esta zona tuvieron un desempeño decente el año pasado.
A estos factores se le suma uno tercero que me parece fundamental: la pérdida de legitimidad de la autoridad estatal. La expansiva inseguridad ciudadana y la penetración de poderes ilegales en la región analizada han socavado la confianza en los representantes estatales. Según el informe publicado en Quipu Politik en abril, Lambayeque y Tumbes (¡e Ica!) aparecen como las regiones donde más ciudadanos desaprueban sistemáticamente a sus autoridades locales, provinciales, regionales y nacionales. Existe un malestar –embrionario y creciente– respecto al desempeño estatal en la región que solía alinearse políticamente con la tendencia conservadora limeña. Esta desafección podría incluso crecer si el Estado fracasa en su prevención frente al inminente Niño, el primero que coincide con una lid presidencial.
Los desastres naturales que no son atendidos con eficiencia por los gobernantes minan la autoridad estatal (notar el legado de García en Ica) y dan paso al endose popular a políticos que retan al status quo de una manera radical o disruptiva. Así, el “antisistema” no tiene por qué ser “rojo” necesariamente, sino populista (de izquierda o de derecha), es decir, quien represente mejor una alternativa –aunque sea discursiva– al “modelo” centralista y tecnocrático (aka “piloto automático”). ¿Cuál candidato está preparado para actuar como tal? ¿Podrá el Apra reconquistar su feudo?
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