Vigencia del voto preferencial
El gran Víctor Raúl, fue plebiscitado en laselecciones para la Constituyente de 1978 con un 1´038,516 de votos preferenciales; duplicó a Bedoya, y pentuplico a la pseudo-izquierda.
Hasta hoy, 36 años después, nadie se ha aproximado a ese record, pese a que en estos momentos tenemos un electorado de alrededor de veinte millones y entonces era solo de cinco.
Esa técnica creció avasalladora y anárquicamente. ¿Cómo podría conjurarse eso en el futuro? Poniendo límites económicos a la propaganda en prensa, radio y TV. Pero, sobre todo, los partidos deben postular a individuos con historia política y democrática, leales al movimiento, con honor, sin personalismo, para evitar luchas fratricidas.
¿Pero existe ese tipo de hombre en la política? La realidad nos parece indicar que no. Pese a sus distorsiones, hasta hoy, ha sido positivo el voto preferencial. Fueron elegidos el 46 por ciento de los constituyentes en 1978, el 35 por ciento de los constituyentes en 1992, el 46 por ciento de los parlamentarios en el 2000.
Es decir, la mitad. Posteriormente, un dictamen puesto a debate en la Comisión de Constitución del Congreso, llegó a reconocer que no limita la posibilidad de elegir del ciudadano. Dice: “La posibilidad del votante de decidir qué candidato elige mediante el voto preferencial, es bien percibida por la ciudadanía”. La libertad de escoger para las masas es unos de los grandes estímulos para concurrir a votar. Es una sensación de autogobierno. Se deja de ser un convidado de piedra.
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