Entre las agendas que le robaron a Nadine Heredia, el país profundiza su invicta incapacidad de encontrar la agenda nacional para construir un futuro estimulante que hace tiempo se le perdió, le robaron o que rara vez tuvo el Perú.
Esto no sugiere, en modo alguno, dejar de investigar, con rigurosidad, la veracidad de los contenidos de dichas agendas de la primera dama.
Ahí hay información preocupante que debe ser investigada hasta las últimas consecuencias, caiga quien caiga, así como también debe ocurrir con los ‘narcoindultos’ apristas, o los enjuagues inmobiliarios de Ecoteva, entre tantos escándalos de cada gobierno y candidato.
La lucha anticorrupción es, sin duda, importante, y debe estar acompañada de un mix de políticas para minimizar su ocurrencia con tanta facilidad, como hasta ahora, y para evitar la impunidad, que es lo que más incentiva a los corruptos.
Pero la lucha anticorrupción no es el único asunto de una agenda nacional, como parece en el Perú.
Tener una agenda clara ocurrió, por ejemplo, al inicio del fujimorismo pero, requiriendo coraje para enfrentar el incendio que dejó el primer gobierno aprista, entonces era relativamente sencillo identificar lo que había que hacer: apagar las llamas de una casa que se quemaba.
Luego, durante el mismo gobierno fujimorista, vino el planteamiento y puesta en marcha de un conjunto de reformas económicas con mirada de largo plazo que se inspiraron en las ideas que Mario Vargas Llosa propuso como candidato.
Pero dicho esfuerzo se diluyó hasta olvidarse a medida que se impuso la tentación de perpetuarse en el poder para seguir robando.
Los gobiernos siguientes han sido, con algunas dosis esporádicas de entusiasmo reformador, continuadores de lo mismo. Alejandro Toledo tratando de culminar una transición que acabó en kindergarten, Alan García con su perro del hortelano que solo crecía, y Ollanta Humala con la pretensión de que ese crecimiento sea más inclusivo.
Ha faltado, sin embargo, una agenda nacional con una visión orientada a realmente transformar al Perú para que sea una nación potente, con instituciones sólidas que promuevan la igualdad de oportunidades y el trato a las personas, competitiva, moderna, con infraestructura para el desarrollo, sistemas dignos de educación y salud, con ciudadanos empoderados y optimistas frente al futuro, y donde, por supuesto, se castigue la corrupción.
Hay que encontrar esa agenda que hace mucho tiempo se le perdió al país a través del paso de gobiernos sin visión, que sabían mandar en vez de liderar, para construir un futuro estimulante y de progreso para todos los peruanos.
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