lunes, 25 de agosto de 2014

Mientras antes, peor: la sobre exigencia académica en preescolar

No confundir estimulación temprana con inicio prematuro de la lecto escritura
Por León Trahtemberg
En asuntos de orden médico, financiero, prevención de desastres, reparación de calles y  carreteras, etc. probablemente el slogan “mientras antes, mejor” pueda tener sentido, para generar eficiencias, ahorrar costos y anticipar situaciones más graves. Pero en asuntos educativos, eso puede ser contraproducente. Quizá pedirle a un niño que haga cálculo diferencial e integral o que resuelva problemas de electromagnetismo en 2do grado de primaria  suene más absurdo que pedirle a un niño de 5 años que empiece a leer y escribir. Pero la verdad de las cosas es que son igualmente absurdos. 
Una pregunta que debe guiar a los padres, sea al escoger un colegio o al marcar una expectativa de logros de aprendizaje en sus hijos es ¿quiero satisface mi ego como padre o madre de ver que mi hijo logra estos aprendizajes prematuros o quiero que mi hijo tenga los fundamentos más sólidos para que su vida escolar sea fructífera y placentera?; ¿estoy escogiendo un colegio porque como padre o madre me place ser parte del club social de ese colegio o lo escojo pensando que es el mejor lugar para que mi hijo se desenvuelva óptimamente?. Si la respuesta honesta es que quieren lo mejor para sus hijos, entonces vale la pena que entiendan la diferencia entre la estimulación lúdica temprana y el inicio prematuro de la lecto-escritura o la aritmética formal, y escoger nidos o colegios que sean respetuosos de esos tiempos.  
Es comprensible que los padres estén angustiados respecto a lo que significa la buena educación para sus hijos, porque la creciente competencia entre adultos por ingresar a universidades de prestigio y por ocupar empleos en el mercado laboral planetario hace que busquen los seguros para el éxito futuro desde las edades más tempranas posibles. Esto los lleva a buscan un centro de educación inicial y luego un colegio que presionen a los niños desde pequeños para desarrollar rápidamente las habilidades académicas formales de la lectoescritura, matemática, inglés y computación. Esto ha hecho que los colegios prestigiosos  tiendan a volverse más exigentes en su nivel pre escolar y que muchos centros de educación inicial hayan girado sus actividades hacia enfoques menos lúdicos y más académicos.  Lamentablemente estas estrategias resultan altamente contraproducentes, como lo demuestran varios estudios desde hace más de una década.  
Por ejemplo Lilian Katz encontró que esta exigencia académica prematura produce resultados positivos solo en el corto plazo, hasta primer grado. En cambio, el trabajo más lúdico y cómodo para el niño, menos tenso y riguroso, resulta más provechoso para el desarrollo de sus habilidades académicas y su buen desempeño escolar en el largo plazo. Las exigencias académicas prematuras contrarrestan la disposición innata de los niños a aprender descubriendo y con placer. ("Otra perspectiva sobre lo que los niños deben estar aprendiendo" ERIC Digest ED438928-2000)
Por su parte Rebecca Marcon realizó un monitoreo por seis años de 343 niños desde que tenían cuatro años hasta que llegaron al cuarto de primaria. Examinó registros de notas, libretas, tasas de repitencia y remisiones a educación especial de niños en centros iniciales que usaban los dos modelos contrapuestos: el modelo de enseñanza preescolar centrada en el niño, que respeta sus intereses y ritmos sin presionarlo, y el modelo de enseñanza centrado en el programa académico riguroso, que presiona a todos los niños por igual para que alcancen rápidamente las competencias preestablecidas.
Los resultados mostraron que, si bien los niños del modelo más académico repitieron menos de año, al llegar al cuarto grado de primaria obtuvieron rendimientos y notas más bajos que los de quienes asistieron a preescolares más lúdicos y menos rigurosos. Quiere decir que el mejor desempeño posterior se veía reforzado por experiencias infantiles más activas y lúdicas, que evitaban saturar a los niños con aprendizajes formales más propios de la primaria. (Early Childhood Research and Practice, Vol 4,1, 2002).
Al pedirle, a los profesores de cuarto de primaria una evaluación descriptiva de sus alumnos, se detectó sistemáticamente que los niños que procedían de los preescolares más rigurosos tenían peores conductas y hábitos de estudio, menores deseos de seguir instrucciones, eran más distraídos, menos motivados y menos sociables que los otros. En conclusión, el desempeño escolar exitoso de los niños parece verse favorecido por una experiencia educativa inicial más libre, activa, flexible, automotivada y niño-céntrica. En cambio, presionar académicamente a los niños demasiado temprano puede ser contraproducente para cuando el niño avance hacia la educación primaria en la cual se demandará de él un pensamiento más independiente y complejo. Además, los aprendizajes forzados prematuramente pueden estar acompañados de rigideces, mecanizaciones, temores y ansiedades que sin duda afectarán los aprendizajes posteriores y las ganas de ir al colegio.
Resulta interesante constatar que en Singapur, Shanghai y Finlandia, tres de los líderes de las pruebas PISA, el promedio de edad para el inicio de su escolaridad primaria es  6.5 años lo que quiere decir que durante 1er grado tendrán 7 años.  David Whitebread experto en desarrollo cognitivo de la universidad inglesa de Cambridge y otros 129 expertos británicos firmaron el manifiesto "Too Much, Too Soon" (The Daily Telegraph,11/09/2013) sosteniendo que hay una abrumadora evidencia que sugiere que los 5 años es demasiado temprano para iniciar el estudio formal y que hasta los 7 años el aprendizaje debe basarse en el juego informal. Según  la evidencia acumulada, eso les da enormes ventajas académicas y emocionales para el largo plazo (School starting age: the evidence, University of Cambridge, 24/09/2013)
Estas evidencias surgen de los estudios antropológicos, psicológicos, neurocientíficos y educativos que entienden el juego como una actividad de adaptación que desde la antigüedad hasta nuestros tiempos permitió que los seres humanos se conviertan en aprendices eficaces y solucionadores de problemas. Los estudios neurocientíficos han demostrado que la actividad lúdica conduce al crecimiento sináptico particularmente en la corteza frontal, responsable de todas las funciones mentales superiores.
El aprendizaje superior y la motivación que surgen desde lo lúdico, a diferencia del que surge de la  instrucción formal, facilitan el desarrollo temprano de las habilidades de representación simbólica, con más fuerza que la que se obtiene de la instrucción directa. El juego físico facilita que los niños desarrollen sus habilidades de "autorregulación" intelectual y emocional, habilidades cruciales para el aprendizaje. También hay estudios que evidencian la relación entre la falta de juego infantil y el aumento de los indicadores de estrés y problemas de salud mental.
Estudios comparativos de niños en Nueva Zelanda que comenzaron las lecciones de alfabetización formales en las edades de 5 y 7 años muestran que la introducción temprana del aprendizaje formal de la alfabetización no mejora el desarrollo de la lectura de los niños, y puede ser perjudicial. A los 11 años no hubo diferencias en sus niveles de habilidad de lectura, pero los niños que comenzaron a los 5 años desarrollaron actitudes menos positivas hacia la  lectura, y mostraron más pobre comprensión de textos que los niños que habían comenzado más tarde. 
Si su hijo aprende a leer tempranamente por sí mismo, motivado por su curiosidad, sin estimulación premeditada externa, en buena hora. Esa capacidad se irá perfeccionando en el tiempo hasta que en el colegio se inicie el proceso formal para todos. Piaget decía acertadamente “cuando un profesor enseña algo a un niño, le quita la oportunidad de aprenderlo por sí solo”. Se refería a que si un niño construye su conocimiento motivado por sus fuerzas internas, aprenderá mejor que si tiene que someterse a los procesos y tiempos fabricados por su profesor. Si su hijo lee y los otros aún no, eso no significa que haya que avanzarlo para no desperdiciar su capacidad. Podrá leer por su lado hasta que se nivelen los demás, mientras sigue aprendiendo mil cosas propias de la edad más allá de la lectura.
Frente a todo esto bien vale la pena entonces que los padres de familia que creen que presionar a sus hijos con un entrenamiento académico pre escolar muy riguroso los va a preparar mejor para la vida, lo piensen de nuevo; más aún, si su hijo no es particularmente hábil, para quien esta experiencia exigente puede transformarse en una tortura contraproducente. A veces, mientras antes, peor.

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