jueves, 28 de agosto de 2014

La pasión de Zileri

La muerte de Enrique Zileri produjo en mí una suerte de sismo interno, que derribó muros y atrincheró recuerdos. Ello se debe a los largos años en que trabajé, en diversas etapas, en Caretas, en una época en que no fui periodista de salón, sino trabajador de día y noche, de cierres que no tenían nada de relámpago. Pude captar así el desarrollo de ese extraordinario periodista, partidario valiente de la democracia y la libertad, pero también de la independencia del periodista y la justicia social.
Yo había ingresado en Caretas en la época en que la dirigían Francisco Igartua y Doris Gibson. Acababa de salir de años de cárcel, y mi primera colaboración en la revista se produjo gracias a la mediación de Juan Francisco Castillo, el negro Castillo, quien era de los fundadores. Creo que él contribuyó con su humor de calle y su olfato periodístico, a amasar, con la severidad de Igartua, la maestría de Federico More y la inteligencia punzante –con filo empresarial– de Doris Gibson, a forjar esa criatura que Enrique terminaría de moldear.
Enrique escribió sus años de aprendizaje en la vida, con estudios de publicidad y correrías por los Estados Unidos y Europa. Cuando, ante la renuncia de Igartua, se hizo cargo de la dirección, era un mozo brillante y alegre. Sospecho que los golpes injustos del gobierno del general Juan Velasco –sobre todo del ministro del Interior Armando Artola– le agriaron el carácter.
Más allá de coincidencias y discrepancias personales, creo que Zileri deja varias lecciones de periodismo. En primer lugar, la búsqueda infatigable de la verdad de fondo y la concisión y la fuerza de la prosa. Se ha destacado, con razón, su puesta en valor de la foto y de la diagramación.
En un manual de estilo, que conocí en su etapa de borrador, Zileri formuló exigencias precisas sobre el arte de titular, de escoger los ampliados –breves recuadros– que atraen al lector, la necesidad de que las leyendas otorguen un valor informativo agregado, no la simple repetición de lo que la foto ya dice.
La importancia de la foto en la prensa apareció en el Perú con el siglo XX, en las páginas del diario La Crónica, 1912, cuya primera plana solía ser una gran foto; y en la revista Variedades. Igartua y Zileri introdujeron el requisito del humor, de lo imprevisto, lo revelador.
Más de una vez lo vi reaccionar, airado, frente a una serie de tomas desde un solo ángulo: veinte imágenes resultaban una y la misma. Otro recuerdo es cómo desechaba esas fotos de grupo en que con las justas se puede distinguir personas.
Como Doris Gibson, Enrique profesaba la pasión del Perú.◘

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