Sin considerar que la decisión peruana se ciñe escrupulosamente a la aprobación de una carta que no afecta la intangibilidad de la frontera terrestre ni el inicio de esta en el Punto Concordia, el gobierno de Chile ha señalado una expresa reserva frente al mapa peruano en lo que atañe al punto final de dicha frontera que según Chile no se deriva del fallo de la Corte Internacional de Justicia.
La equivocada posición chilena deviene del punto de vista asumido en enero pasado por el entonces presidente Sebastián Piñera, quien interpretó unilateralmente que la frontera en general comienza en el Hito 1, pese a que La Haya señaló que no se pronunciaba sobre el tema terrestre. El actual gobierno chileno ha persistido en el error.
Como consecuencia de este entredicho se registran en Chile posturas un tanto extremas. La primera de ellas fue el pronunciamiento de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado chileno que calificó el mapa peruano de una provocación, considerando que dificulta “gravemente” la construcción de una verdadera y amplia integración. A esta declaración se han sumado otras opiniones igualmente inconvenientes.
En ese mismo tono, el canciller chileno ha tenido expresiones fuera de lugar, a pesar incluso de que a raíz de una conversación con el canciller peruano se ha abierto la posibilidad de que ambos países envíen a las Naciones Unidas conjuntamente sus mapas. El canciller ha sido igualmente desproporcionado en sus advertencias sobre que el ingreso de peruanos al triángulo terrestre tendrá consecuencias, avalando otra expresión salida de tono, la del subsecretario del Interior, quien advirtió que las personas que ingresen a dicha área serán detenidas.
El Perú ha tenido hasta ahora un manejo diplomático impecable en relación con este episodio. Este comportamiento, sin embargo, se ha visto jalonado por el anuncio de una marcha de peruanos al triángulo terrestre, de extraña inspiración y que felizmente no ha tenido la convocatoria esperada. La figura de forzar desde fuera de Tacna una movilización, intentando reemplazar a las organizaciones civiles y a las autoridades de esa región, ha sido rechazada por el alcalde de esa ciudad en nombre de la prudencia y la coherencia.
En el futuro el gobierno peruano, titular de la política exterior, debería actuar con más diligencia para impedir todo atisbo de provocación. En otro plano, y más allá de las contingencias de los últimos días, es preciso que las formas y procesos de diálogo bilateral entre ambos países sean retomados, usando los conductos regulares y no los medios de comunicación. En este cometido, el país vecino debe rectificar sus equívocos y retirar sus reservas a decisiones legítimas del Perú como un esfuerzo propio para evitar nuevas tensiones.
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