viernes, 30 de octubre de 2015

Cipriani, en lo mismo


El cardenal Juan Luis Cipriani está en una situación complicada.El argumento de su abogado en el sentido de que no tiene responsabilidad alguna en el caso Sodalicio es quizás cierto. Pero ese asunto no es el principal de sus problemas. Es su imagen entera como jefe de la Iglesia Católica local lo que ahora está más afectada.
 
Salir a decir que él no tiene autoridad sobre la cuestionada congregación resuelve la parte formal de la cuestión. Al mismo tiempo sumarse a la repulsa contra los malhechores enquistados en el Sodalicio sirve para establecer su posición en este momento. Pero entre los dos gestos se puede intuir un vacío de autoridad menguante.
 
Para sus enemigos más declarados es un momento de real entusiasmo, pues las sombras del caso Sodalicio se suman a otras anteriores y refuerzan la imagen de un cardenal arrinconado. Cipriani ha respondido con los temas del aborto y el matrimonio gay, que le permitieron liderar multitudes en las calles a comienzos de este año.
 
Para sus enemigos más sutiles todo es esperar. El desgaste de Cipriani le ha quitado buena parte del peso político que tanto valoraba. El Vaticano no parece tener intención alguna de removerlo y llevárselo a Roma (un rumor recurrente), sino más bien la de dejarlo seguir navegando como otro sacerdote a contrapelo de los tiempos.
 
El resto de la Iglesia Católica se ha adecuado a esta situación, en muchos casos y temas actuando como un contrapeso, que a veces ha llegado al filo de la confrontación. Los principales políticos, sobre todo los que en otros tiempos se apoyaron en él, han tomado distancia del personaje, más todavía en estos meses electorales.
 
Para los católicos del Perú la situación es incómoda, pues los mantiene divididos, o los obliga a optar constantemente entre la fe y el sentido común, o los invita a politizar sus visiones de lo religioso. Es posible que cada vez más creyentes estén optando por simplemente no pensar en el asunto de sus creencias religiosas en el espacio público.
 
Mientras tanto Cipriani mantiene su mismo estilo, su programa radial, sus homilías políticas, su juicio contra la PUCP, sus declaraciones puntiagudas. En efecto, no parece tener nada que ganar suavizando el estilo o refinando la actuación política.Todo eso lo seguirá mucho después de que se jubile del cardenalato.
 
El abogado de Cipriani describe las acusaciones de encubrimiento como partes de una campaña que viene de tiempo atrás. En verdad haría mejor en describirlas como parte de una confrontación, donde las dos partes han aportado lo suyo. Por lo pronto un cardenal con abogado estable multiuso no deja de ser una estampa sorprendente.

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