domingo, 23 de noviembre de 2014

Actualidad del pasado fujimorista

Fuerza Popular, el sexto o séptimo membrete de la agrupación, se molesta frente a las críticas a su performance en los años 90, como si la defendiera. Sin embargo sus esfuerzos partidarios centrales han sido para tomar distancia de esos tiempos, en su conducta y en sus ideas. ¿Cuál es hoy la cuestión del fujimorismo frente a su pasado?
Está comprobado que el fujimorismo no quiere condenar su paso por el poder en los años 90. Reclama los éxitos, que son reales, pero pasa por agua de malvas las barbaridades. Aunque en esto están divididos, entre los keikistas que prefieren no hablar del asunto, y los albertistas que llegan a justificar el cinco de abril, abiertamente cuestionan a la justicia en el tema de Alberto Fujimori.
El asunto es que una autocrítica del pasado autoritario y corruptivo significa una crítica frontal a Alberto Fujimori, quien maltrecho y todo sigue siendo clave para buena parte de la popularidad del movimiento. De modo que Fuerza Popular tiene un patrón de conducta para el siglo XXI electoral, pero a la vez no puede alejarse realmente de las historias negras que todos conocen.
Por eso las alusiones críticas, y más las virulentas, al pasado son tan irritantes. Pues de un lado echan en saco roto 15 años de esfuerzos del fujimorismo por volverse un partido democrático moderno, y de otro debilitan a Keiko Fujimori, al recordarle su hipoteca frente a los votos heredados de su padre. Más la sugerencia de que ella desde el poder podría tratar de tomar el mismo camino.
Hasta ahora los rivales del fujimorismo fueron más o menos moderados en sus ataques porque el propio fujimorismo se había mantenido moderado. Se moderó para tentar la liberación de Alberto Fujimori. Se moderó para mantener su entendimiento de sus 13 congresistas con el Ejecutivo de Alan García, que le dio un peso propio. Pero todo eso ha quedado atrás.
A partir de un momento Fuerza Popular decidió acudir a todo el peso de su bancada, la segunda del Congreso, y entonces ha pasado al papel de acusadora de sus enemigos políticos. La batahola de acusaciones cruzadas que se ha vuelto la política se prestaba a esa impaciencia. Así, un fujimorismo sin moderación ha revivido las furias de un memorioso antifujimorismo que ya no mide el golpe.
El fujimorismo no tiene una política frente a lo sucedido en los años 90. Lo único que tiene realmente es la esperanza de que solo se recuerde lo bueno, y que el resto haya sido olvidado. La moderación logró un poco de eso. Ahora en cambio un fujimorismo al ataque está expuesto a la demolición, en un tiempo en que la corrupción se ha vuelto el veneno político más poderoso frente a la opinión pública.


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