domingo, 12 de octubre de 2014

Salvador del Solar: “La política es como un territorio que hemos abandonado y que está siendo tomado por criminales"

Domingo, 12 de octubre de 2014 | 9:41 am

En la piel de Edo Celeste. Del Solar llegó a nuestro país para el estreno del El elefante desaparecido, un thriller psicológico dirigido por Javier Fuentes León. A principios del próximo año debe ver la luz Magallanes, su primera película como director.
En la piel de Edo Celeste. Del Solar llegó a nuestro país para el estreno del El elefante desaparecido, un thriller psicológico dirigido por Javier Fuentes León. A principios del próximo año debe ver la luz Magallanes, su primera película como director.


Salvador del Solar. Abogado por la PUCP. Máster en Relaciones Internacionales por la Universidad de Syracuse. Ex profesor de comunicación política en la PUCP. Miembro de la organización civil Suma Ciudadana. Condujo el programa de actualidad política 'Esta semana'. Actor de TV, cine y teatro.
Texto. Ana Núñez.
Foto: Ana Castañeda.
Una de sus más fieles compañeras de viaje es su vieja Mac. Los jueves de cada semana, Salvador del Solar se sienta frente a ella  donde lo agarre la vida, ya sea en Bogotá, en Lima o en Toronto, y escribe una columna de opinión donde se referirá a algún tema que le llame la atención, pero –sobre todo– que le preocupe. Usualmente, será sobre nuestro país. Es el primer párrafo el que más le cuesta escribir, según confiesa este actor y director. Y alguna vez, se ha pasado un día completo frente a la pantalla tentando las primeras líneas ideales.
Definitivamente, las preocupaciones de Salvador van más allá del cine y la actuación.      
Vives hace 9 años en Colombia, pero pese a los mil 500 y tantos kilómetros de distancia, siempre tienes la mirada puesta en el Perú... 
Mi película (Magallanes) la rodé en el Perú, es sobre el Perú...
Sí, pero además escribes columnas de opinión básicamente sobre el Perú, eres parte de Suma Ciudadana, ONG que persigue la corrupción y promueve la transparencia de la información.
Eres un preocupado observador de la realidad peruana. 
Antes de irme también estaba pendiente de mi país, pero estar fuera le da otro matiz a esa atención, a esa preocupación. Estar fuera te da un nivel de comparación con una sociedad que, por más que tenga muchas similitudes con la nuestra, es otra. La distancia te da perspectiva.
Y bajo esa perspectiva, ¿cuál es la visión que tienes hoy del Perú, 8 años después?  
Una combinación de cuánto ha cambiado en una serie de cosas, quizá muchas superficiales; y cuánto no ha cambiado en otras, casi todas esenciales. 
¿Cuáles, por ejemplo?    
Hay una sensación general de que se pueden hacer cosas, hay un orgullo que –creo– no se restringe solamente a la fama de nuestra comida. Nos hemos retroalimentado permanentemente con el orgullo de que somos un país que crece y genera empleo, quizá por momentos, como si necesitáramos recordarnos ese crecimiento ante nuestra larga historia de tropiezos. Pero seguimos siendo un país centrado en lo que pasa en la capital y celebramos, como en la época del guano, la parte superficial del cambio. Festejamos la construcción de un nuevo mall y no veo la misma celebración, la misma agenda, para lo que son los colegios o las universidades. Pero no hablo solo del cascarón. Como ha alertado el Banco Mundial, si no nos esforzamos en mejorar la calidad de nuestra educación, investigación y desarrollo, nos vamos a seguir quedando. 
No estamos entendiendo verdaderamente lo que debe significar el crecimiento, el desarrollo. 

Hace poco encontré la encuesta global de bienestar que saca la firma Gallup y me llamó muchísimo la atención cómo siendo la vedette del crecimiento –que ya no somos– estábamos en este ranking solo por encima de Haití (Cuba no fue encuestada). Tenemos que buscar indicadores mucho más complejos que el del PBI...
El PBI termina siendo un indicador insuficiente, a veces hasta engañoso en un país con brechas sociales tan grandes como el nuestro. 
Está bien que crezcamos, y deberíamos hacer el esfuerzo por mantener esos niveles de crecimiento, pero no debemos ver eso como un fin en sí mismo. “Ah, qué bueno, hemos cerrado un año más al 7 por ciento”. Como si no existiera ningún otro problema. El bienestar no es solamente un tema económico. Se puede tener crecimiento y comprar más carros, pero a consecuencia de la cantidad de carros que tiene nuestra ciudad, nuestro nivel de bienestar ha decaído considerablemente, porque es terrible atravesar la ciudad. No pretendo decir que nos olvidemos de la economía, pero parece que no estuviéramos haciendo el mismo esfuerzo en otros aspectos que tienen que ver con cómo somos como sociedad sobre todo.
En una de tus columnas cuestionas que el único camino al bienestar es el crecimiento. La columna se llama "¿Por qué no estamos contentos?". Mi repregunta ante esa pregunta es: ¿si no estamos contentos, cómo estamos los peruanos?    
Probablemente, desde un punto de vista económico, más peruanos estemos contentos que hace unos años. Eso es bueno y no quiero oscurecer eso. Lo que no quiero es que esa sea la única luz que nos alumbre, porque no me siento una persona así. Lo fundamental debería ser qué tan fácil es estar en la calle y sentir que cualquier persona nos puede ayudar en lugar de sentir que cualquier persona nos puede asaltar o atrasar. Ahí tenemos un tema pendiente muy grande y cuando hablamos de educación, no debemos hablar solamente de las pruebas Pisa. Deberíamos hacer un esfuerzo por educar niños que se conviertan en adultos que sientan que van a estar mejor si se preocupan en la mejoría de los demás también.
Esto tiene que ver con un tema de ciudadanía, con un tema de comunidad. Escribiste cómo en Hong Kong la gente que protesta recoge la basura que bota durante su manifestación para no afectar a los demás. 
Como traté de hacer notar, quizá sin la precisión que hubiera querido, una cosa es entender lo público como tierra de nadie y otra como tierra de todos. Yo creo que estamos más cerca de lo primero que de lo segundo. Lo público es tierra de nadie y por eso tenemos que defendernos, meter el carro primero, colarnos en la fila, ver si podemos evitar pagar impuestos.
Panorama desalentador... 
Sí, claro, es un diagnóstico desalentador y creo que cuando hablamos de desarrollo y queremos enorgullecernos de algunas cosas, también debiéramos avergonzarnos de otras. Hace años salió un reportaje en Caretas sobre un conferencista argentino que hablaba de corrupción. Él hizo dos preguntas al empresariado. Lo primero: ¿cuántos de ustedes se consideran corruptos o podrían hacer trampa? Nadie levantó la mano. La otra pregunta fue: ¿cuántos consideran que sus competidores son corruptos y podrían hacer trampa? Todos levantaron la mano. Todos piensan que el otro va a ser corrupto y, por tanto, tienen que serlo para sobrevivir. Creo que algo parecido nos ocurre. El entorno colectivo nos manda un mensaje: "tienes que ponerte a la defensiva". Quizá sea una situación latinoamericana y de otras partes del planeta donde no se ha invertido en el capital social, en el valor del respeto a los otros y en cómo ese valor revierte en un beneficio para ti y te hace vivir mejor, independientemente de cómo está tu economía.
Quizá por eso terminamos siendo tan tolerantes a la corrupción o, a la hora de elegir autoridades, con pensamientos tipo "no importa que robe, pero que haga obra".
Seguramente, porque si alguien hace una obra que de alguna manera me beneficia y toma algo de lo que considero que es de nadie, no siento el perjuicio, pero sí el beneficio. En cambio, no voy a contratar a una persona que tome parte del dinero del negocio de mi familia, pero pone un nuevo horno. No lo voy a tolerar. 
Llegaste el 2 de octubre. Estuviste en las elecciones del domingo.
Estuve, claro, pero al estar registrado allá (en Colombia), solo voto en presidenciales.
Si hubieras podido votar, ¿por quién hubieras votado en Lima?
Lo que pasa es que siento que, no viviendo acá, mi visión es evidentemente parcializada, no comparto la experiencia de quienes viven en la ciudad. Pero yo hubiera votado por Susana Villarán, porque me guío por dos preguntas que pueden parecer que no tienen nada que ver con política: ¿esa persona te genera confianza? ¿Si tienes algo que hacer, le encargarías a tus hijos? 
¿No le encargarías a tus hijos a Castañeda?
No me quiero pronunciar sobre uno en particular. Ya Castañeda es el alcalde y ojalá que haga las cosas de manera correcta. Pero ya que me preguntas específicamente por quién hubiera votado, aunque sé que hay una gran cantidad de limeños descontentos con la gestión de Susana Villarán, a mí me parece una persona honesta, que no está aprovechándose de lo que considero es de todos, y eso es lo que yo busco en cualquier autoridad. El voto es una manifestación del tipo de liderazgo que quieres apoyar, aunque pienses que no tiene opción de ganar.
Escribió Alberto Vergara que no es cierto que cada quien tenga los gobernantes que se merecen, sino los gobernantes que las élites políticas nos ofrecen. En un país donde aparentemente siempre votamos por el mal menor, ¿qué nos dice todo esto sobre nuestros líderes políticos? 
Es muy fácil echarle la culpa a la poca calidad de nuestros políticos y a su inclinación por beneficiarse personalmente en lugar de favorecer el interés general, pero nadie nos los ha impuesto. Quizá porque compartimos tanto eso de que lo público es "tierra de nadie", hay una renuncia de mucha gente capaz que prefiere estar concentrada en el bienestar de su propia familia antes que entrar en la política. Por supuesto que hay excepciones, pero la política es como un territorio que hemos abandonado y que, como podemos ver, está siendo tomado por criminales, por gente que es parte de corruptelas y mafias que se quieren mantener ahí por los beneficios que sacan de aquello que queremos seguir considerando que es tierra de nadie, en vez de pensar que es nuestro. 
¿Cómo llegamos hasta ahí? 
Por algún motivo. Los liderazgos que podemos encontrar en otros ámbitos de nuestra sociedad no los tenemos en la política. Pero, otra vez lo mismo, todos podemos hablar y podemos comentar, pero a la hora de la hora preferimos seguir en lo nuestro.
Y elección tras elección nos estamos preguntando cuándo aparecerá el outsider, si puede ser Gastón Acurio nuestro salvador.
Claro, porque vemos un líder que consideramos tiene una visión y que ha demostrado un nivel de éxito y queremos eso. Pensar así está bien, pero eso perpetuaría otro de nuestros errores, que es que en política seguimos personas y lo que se necesita son instituciones; es decir, que esa persona esté rodeada de un equipo y que ese equipo sea parte de un partido y que ese partido represente un pensamiento y una manera de entender el país. Si miras las municipalidades o las regiones, hay una serie de personas detrás de las cuales no puedes reconocer una visión de país, de región o localidad con facilidad. Un líder como Gastón es capaz de inspirar una cantidad de cosas buenas y de alcanzar una serie de metas, pero no debiéramos agotarnos en buscar un líder, sino una visión de país.
¿Simpatizas con alguna visión de país, con algún partido?
Cuando crecí, simpatizaba con Acción Popular. Mi abuelo, Jorge Lavarte, fue alcalde del Callao por Acción Popular y mi madre trabajó con ese partido durante su segundo gobierno. Belaunde me parecía un líder demócrata y honesto. En realidad, yo siento que lo que hace falta, sobre todo en estos momento, es una visión agrupadora, conciliadora, de país. Tenemos una tendencia muy marcada a polarizarnos. Cualquiera que tenga un pensamiento de defensa de los derechos humanos es un caviar. Cualquiera que considere que está bien el mercado es un derechista. Yo no veo ninguna contradicción entre promover una economía de mercado y defender los derechos humanos. No encuentro punto de contradicción, no lo hay. 
Así como ya no existen izquierdas y derechas químicamente puras...
Y no creo que haya ninguna contradicción entre tener un Estado fuerte, que se ocupe de lo esencial, que vigile al mercado y que ayude a que este fluya, con las políticas de mercado. La economía de mercado no quiere decir tampoco "la tierra de nadie”. El mercado necesita una serie de reglas, y los agentes de un mercado deben ser también vigilados por un Estado que se preocupe de que haya información verdadera, que no haya competencia desleal, de que los peruanos puedan acceder a una educación de calidad aunque no se trate de un colegio privado, que tengamos salud, que podamos garantizar un nivel de retiro y de pensiones.
Escribes sobre política, tenías un programa de entrevistas políticas, eras profesor de comunicación política en La Católica, ¿no se te ha ocurrido hacer política?
Creo que haciendo esta entrevista estoy haciendo política y  que todos los ciudadanos hacemos política en alguna medida. Como soy un actor que hace tantos años trabaja en televisión, cine y teatro, soy una persona "entrevistable”. Tengo, a diferencia de otros ciudadanos, la posibilidad de decir mis ideas. Pero decir que la política es solo estar en un partido y postular, es decir: "los políticos son ellos y la culpa la tienen todos ellos".
Pero es desde un partido, desde un cargo público, desde donde se pueden hacer grandes cambios. 
O desde organizaciones no gubernamentales que promueven una agenda hasta que esta agenda prenda en el público. Estar en Suma Ciudadana es una participación política, tiene que ver con decir “no estoy al margen, quiero colaborar de alguna manera”. La opción de entrar en política implica una decisión distinta. Pero creo que el trabajo no pasa por decir "encontremos una cantidad de personas preocupadas, honestas y carismáticas que puedan entrar en la política", sino por organizar un conjunto de ideas, una visión. Ya sea con los partidos existentes o con nuevos partidos, el reto es bastante grande. Que tú digas: "Yo aquí veo un plan que va más allá de los partidos que lo impulsan". 
Hace unos días, Chile aprobó la unión civil. Has escrito en abierto apoyo a ese tema, aunque en nuestro país, lamentablemente, el tema no pasó en el Parlamento. 
Esto tiene que ver con cómo interpretamos la igualdad. Una manera totalitaria de interpretarla es "tenemos que ser parecidos para ser iguales". Otra es "todos somos respetados por lo que sea que seamos, mientras no vayamos contra la ley ni los derechos de los demás". Yo me siento cercano a esta segunda interpretación de la igualdad, a una sociedad abierta y democrática donde el espacio público pertenece a todos, no solo a la mayoría, y permite que todas las opciones de sus ciudadanos encuentren lugar, respeto e, incluso, comodidad. Por supuesto que estoy de acuerdo con la unión civil y no solo con la unión civil, sino con el matrimonio civil para los homosexuales. No encuentro ninguna razón por la cual dos personas que quieren llevar su vida de manera conjunta no puedan tener los mismos derechos y deberes por el hecho de ser del mismo sexo. 

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