domingo, 6 de abril de 2014

Nunca más 5 de abril

Y apareció Fujimori y dijo: Gobierno de Emergencia y Reconstrucción Nacional. Entonces, de un domingo de humor pasamos a uno de terror. Y como tenía que ser, el neoliberalismo entró en forma de tanques de guerra. Como en Chile, como en Argentina, como en toda Latinoamérica.
Se acababan las garantías ciudadanas. Se terminaban los derechos laborales. Se militarizaban las universidades. Se pauperizaba la educación. Se rompían los sindicatos por las buenas, por las coimas o por las malas. Los derechos humanos, que ya andaban pintados en el papel, comenzaron a sonar incómodos e innecesarios para el régimen.
El Perú de Fujimori y su golpe de Estado iniciaron el remate de las empresas: la de luz para los chilenos, la del gas para los gringos, la telefonía para los españoles. El mapa del Perú eran lotes para vender a cualquier precio y así renunciábamos a la industrialización del país. Es más, el Perú se convirtió en el cementerio y basurero automotriz del planeta donde hasta los repuestos podían llegar usados.
CORRUPCIÓN Y CRIMEN
El agro, ya medio abandonado, fue agredido de manera mortal: productos que cultivaban los peruanos, ingresaban subsidiados de otros países, para beneficio de empresas amarradas al régimen.
Y comenzaron los despidos, el subempleo y el desempleo. Y los ascensos de las Fuerzas Armadas, nada santas, se endemoniaron en la salita del SIN. Y los medios de comunicación, menos santos aun, se volvían querubines rentados del infierno golpista en la salita del SIN. Y el Poder Judicial, ese desagüe pestilente de corrupción, se convirtió en un anexo de la salita del SIN. Y en la salita del SIN mandaba un traidor a la patria: Vladimiro Montesinos, que se encargaba del trabajo sucio del basural fujimorista.
Y los comandos de la muerte caminaban impunes por universidades, sindicatos y pueblos, rompiendo casas, dinamitando locales, secuestrando, torturando, violando, matando, desapareciendo. Tirando entre cerros los cuerpos. Enterrándolos o mal enterrándolos. Botando los cuerpos a los ríos, previo descuartizamiento.
Y los parlamentarios de ese burdel que se llamaba Congreso Constituyente Democrático, usaban los escaños no solo para darle vivas a los asesinos sino para burlarse de los deudos también: se habrán ido con sus enamorados. Se habrán ido con Sendero. Se habrán autosecuestrado.
Y desde el púlpito de la Catedral, Cipriani se sumaba al coro con su explicación bíblica: a los gobernantes los escoge Dios así que ningún católico puede oponerse. Y bendijo la dictadura con la frase: los derechos humanos son una cojudez.
HASTA QUE…
Pero un día de esos que llegan, nos cansamos de que nos interpretaran las leyes al antojo del dictador. Nos cansamos de Laura llamando héroe de la patria a Montesinos. Nos cansamos de ver las lágrimas de la Cantuta, de Barrios Altos, de la Universidad del Centro, de los muertos del pentagonito, de los robos a los fonavistas, de la delincuencia y la indigencia creciendo de la mano de los niños desnutridos y fuera de la escuela.
Nos cansamos de su risa cachacienta y sus aires de todopoderoso. De la prensa chicha y de que quisiera que el país bailara al ritmo del chino. Nos cansamos de que creyera que el país era la manga de arrastrados que podían comprar con mucho o poco.
Y un país salió, rabioso, violentamente hermoso. En un mar de banderas. Ciudades enteras pintadas con la consigna de ¡abajo la dictadura! Millones marchando en costa, sierra y selva. Decenas de miles llegando de todo el Perú, sumándose a esa Lima que despertó como un león, para decirle hasta aquí llegaste. Un país cruzando la barrera de las lacrimógenas, los perros policías, los policías perros y sus tanquetas y sus balas.
LA FUGA
Y un día huyó. Como el ladrón de la escena del crimen. Como el cobarde asesino que siempre será. Y se hizo japonés para sentirse protegido. Y creyó que sus amigos chilenos le harían la pared. Y creyó que aquí nos habíamos olvidado de su miseria. Y pensó que comprando justicia nos voltearía la mano. Y otra vez perdió.
Y aunque no esté en la cárcel que merece, verlo patético, queriendo buscar la lástima que no merece, ya es todo un triunfo.
Este 05 de abril no olvidamos lo que pasó. No perdonamos a quienes se sienten orgullosos de sus crímenes. Y no nos reconciliamos con quienes quieren volver a través de sus engendros, extraordinarios herederos de la mafia que nos gobernó.
Este país tiene memoria.
Guillermo Bermejo Rojas
Colaborador

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