domingo, 20 de abril de 2014

Macondo existe

Esta semana 39 personas murieron en Salvador de Bahía, mientras la Policía se declaraba en paro de actividades solicitando incremento salarial. Múltiples tiendas, supermercados fueron saqueados por una ciudadanía que sintió que la falta de control en las calles permite la infracción. El gobierno brasileño enfrenta la llegada pronta del Mundial, los altos niveles de inseguridad y las presiones corporativas aprovechan esta coyuntura. Conclusión: la Policía obtuvo incrementos salariales y ahora volvieron a resguardar las calles.
Esta misma semana, luego de 10 años de tolerar e incluso respaldar la protesta social en Argentina, el gobierno decidió avalar una propuesta de ley para limitar las manifestaciones públicas y habilitar el uso de la fuerza para dispersarlas. La llamada ley “antipiquetes” busca catalogar algunas como marchas legítimas y otras como ilegítimas. El giro ha sorprendido a muchos que apoyan el gobierno y que se pasaron más de una década explicitando que una de las principales diferencias es que Argentina no criminalizaba la protesta social.
Las noticias del problema del secuestro “democratizado” en México han mostrado la complejidad de la lucha contra el crimen. En el 2013 más de 1,700 secuestros fueron denunciados (se estima que se denuncia 1 de cada 5 que efectivamente se realizan) e involucran a pequeños comerciantes, taxistas e incluso vendedores ambulantes. De esta forma, hoy todos son posibles víctimas de un secuestro. En Morelos, uno de los Estados históricamente más afectados por este problema, la población pide destituir al gobernador y no le cree a las fuerzas del orden. No se puede pedir mucho más a una ciudadanía que en los 90 vio que el jefe antisecuestro de la Policía era arrestado por precisamente organizar secuestros.
Las noticias que salen de América Latina están marcadas por mucho realismo mágico. Es cierto que no llueven flores, pero estamos cerca de aquello descrito magistralmente por un García Márquez que nos dejó físicamente, pero cuya impronta está grabada en la retina de todos los que lo leímos.
El continente más desigual del mundo y también el más violento abre las puertas para múltiples historias de dolor y tristeza casi inimaginables que los latinoamericanos enfrentamos día a día. La desigualdad empieza a carcomer las bases mismas sobre las que se han levantado modelos sociales donde la mayoría jugaba un rol pasivo e invisible. Los jóvenes pidiendo educación de calidad, los pueblos originarios reclamando reconocimientos básicos, los pueblos pidiendo participación en las decisiones locales, la ciudadanía manifestando en contra de los proyectos que sacan riqueza y nos dejan la tierra contaminada son solo algunos ejemplos de lo que empieza a germinar. La violencia está instalada en nuestra forma de vincularnos, por eso el incremental problema de la violencia doméstica, los problemas de convivencia, el aumento de las lesiones y en muchos países homicidios. Por que muchos han perdido el arte de dialogar y pasan directamente al uso de la violencia. Las muertes de jóvenes en Brasil y Honduras son ya una epidemia de proporciones con consecuencias inesperadas para el futuro cercano.

América Latina es también un continente considerado democrático por que tiene elecciones pero con partidos políticos que enfrentan una crisis de enormes proporciones. De este proceso de falta de legitimidad y problemas de representación emergen múltiples anécdotas dolorosas de corrupción, violencia y directo abandono de funciones. Los detalles no son mágicos sino más bien trágicos.
Macondo, este lugar descrito por ‘Gabo’ donde concurre lo mejor y lo peor de América Latina existe y se consolida en la actualidad. Solo nos queda esperar que “la peste del olvido” que llegó en la novela para permitir que sus habitantes olvidaran todo, incluso sus nombres, no se instale en América Latina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario