viernes, 18 de abril de 2014

La demanda boliviana contra Chile

Desde la firma del tratado de 1904, por el cual Bolivia perdió 400 km de costa, este país ha realizado innumerables esfuerzos por buscar una salida soberana al mar.
Las negociaciones más importantes se produjeron entre 1946 y 1952, por las que Chile le entregaría a Bolivia un corredor de 10 km de ancho al norte de Arica a cambio de la utilización de las aguas del Lago Titicaca; entre 1975 y 1978, por las que Chile entregaría el mismo corredor a cambio de una compensación territorial boliviana equivalente; y, las de 1987, en la que Bolivia formularía hasta tres propuestas, consideradas inadmisibles por Chile. Todos estos procesos de negociación fracasaron por la oposición de amplios sectores de la población boliviana a cualquier tipo de intercambio territorial con Chile y por el endurecimiento progresivo de este último país para contemplar algún tipo de cesión.
Los esfuerzos bolivianos se derivaron entonces hacia la OEA, obteniendo en 1979 una resolución que recomendaba iniciar negociaciones "encaminadas a dar a Bolivia una conexión territorial libre y soberana con el océano Pacífico". Sin embargo, un golpe de Estado ocurrido en Bolivia ese mismo día, echó por tierra esta oportunidad. Ya en el siglo XXI vendría la Agenda sin Exclusiones y luego la Agenda de Trece Puntos, que correrían la misma suerte que las negociaciones anteriores.
Bolivia finalmente ha optado por la judicialización de su reclamo, planteando a la Corte Internacional de Justicia que declare la obligación de Chile de negociar un acceso soberano al mar, al que se habría comprometido unilateral y bilateralmente. Sin embargo, más allá de la dificultad que tendrá Bolivia para lograr convencer a la Corte que obligue a un Estado a negociar, lo cierto es que incluso, si Bolivia ganara el caso, ello no resolvería la aspiración boliviana, en la medida que la negociación que persigue no implica necesariamente llegar a un acuerdo con Chile. En este sentido, el pedido boliviano termina siendo inconsistente, al no asegurar la obtención de su objetivo histórico.

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