domingo, 10 de julio de 2016

OPINIÓN | César Guzmán: Tradicional o no tradicional

Tradicional o no tradicional
Por César Guzmán

Nuestro presidente ha dicho esta semana que “los políticos tradicionales creen que el Perú es su chacra”, lo cual me lleva a concluir que él no se considera un “político tradicional” o, puntualmente, que él es un ‘político no tradicional’. Entonces, me interesa desentrañar el contenido de esa ‘tradicionalidad’ a la que todos aparentemente quieren escapar. Y es que, a lo largo de la campaña reciente, todos los candidatos, sin excepción, se han vendido como ‘políticos no tradicionales’, con lo cual el rótulo tiene que hacer más con un conjunto de defectos que con atributo alguno.


Así, pareciera que un “político tradicional” es, por definición, un individuo inescrupuloso, oportunista, corrupto y mentiroso, cuyo único fin de alcanzar el poder es para ejercerlo con interés propio y de espaldas a las necesidades de sus electores. Al revés, un ‘político no tradicional’ es poco menos que la reencarnación de san Expedito, entregado a las causas sociales y dispuesto a dar la vida por el bienestar de la gente. Esta suerte de maniqueísmo semántico me hace recordar a aquellos que se autodenominan, en forma por demás arrogante, “sociedad civil organizada” para no ponerse el sambenito de ‘partido político’ cuando lo que hacen es política y nada más que eso.


Ni lo uno, ni lo otro: un “político tradicional” debería ser una persona que actúa en el ámbito de las instituciones públicas y el gobierno a través de un partido organizado en que se encuentra inscrito con el objeto de alcanzar el poder y ejercerlo en provecho de todos. Estas condiciones deberían representar un capital valioso, pues aporta experiencia, conocimiento y sensatez. Por el contrario, un ‘político no tradicional’ debería aludir a quien accidental o circunstancialmente se ve involucrado en temas políticos, hecho que debería preocuparnos por la impericia y ocasionalidad del evento.

En el Perú, como en muchas otras cosas, el asunto es exactamente al revés.

Hacemos mal en devaluar cada día más el concepto de “político tradicional”; el reto es robustecer el ejercicio de la política y convertirlo en sinónimo de honestidad, eficiencia y solvencia.

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