domingo, 14 de diciembre de 2014

No tuvo que acabar así

La mala despedida de la alcaldesa Susana Villarán.
La despedida del municipio 2011-2014 de Susana Villarán está dejando una impresión empeorada de una gestión que no será ejemplo de eficiencia pero, tampoco, el desastre que claman sus enemigos.
Alza de pasajes y peajes junto con el conflicto entre el municipio y el concesionario, enredo espectacular en la Costa Verde que salpica a Barranco, acusación de influencia indebida en el mercado mayorista de un familiar de la alcaldesa, y ambulantes que recuperan el centro son, entre otras, expresiones que dañan la imagen de un municipio al que solo le falta un par de semanas.
Villarán trató de establecer una nueva forma de relación del municipio con la gente con la visión de ‘construir ciudadanía’, algo que está bien, pues implica el empoderamiento de un ciudadano con derechos y obligaciones, y que, además, no es –como algunos piensan– incompatible con las obras que pide la gente.
Pero fue, justamente, en la ejecución de las obras y reformas donde estuvo el problema principal del municipio de Villarán. El entusiasmo por cambiar Lima se vio mellado por la debilidad de su gestión, poca organización, falta de agenda con prioridades, improvisación en la implementación de las reformas, escasa capacidad de comunicación, y nula habilidad para planificar y moverse en la arena política que es indispensable en el municipio de la capital.
Dichas deficiencias saltaron más a la vista porque el municipio de la alcaldesa Villarán enfrentó una oposición pocas veces vista en la que coincidieron agrupaciones políticas como la del futuro alcalde Luis Castañeda y del Apra, en coincidencia con sectores perjudicados por las reformas lanzadas por Villarán, como las mafias del transporte público y de la comercialización de alimentos.
Estos sectores plantearon una revocatoria indebida que, junto con la débil capacidad de gestión –algo que no era motivo válido para sacarla prematuramente de la alcaldía–, pusieron la ciudad patas arriba.
A pesar de ello, Villarán lanzó iniciativas importantes como la reforma de la comercialización de alimentos y del transporte público, además de acciones valiosas como en la política cultural de la ciudad, pero todos estos propósitos estuvieron frecuentemente jaqueados por la débil capacidad de ejecución.
Esto se ha exacerbado en estos días finales del municipio de Villarán, dejando una sensación exageradamente negativa de su actuación por la confluencia de los problemas señalados al inicio de esta columna y, también, por una actitud un poco picona de la alcaldesa que no le viene bien a ella misma, todo lo cual se agravará cuando, en dos semanas, Castañeda ingrese al municipio con el cuchillo entre los dientes para tratar de hacer leña del árbol caído.

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