martes, 14 de febrero de 2017

Presidentes corruptos

Una de las ideas más absurdas desde que se confirmó que Alejandro Toledo fue sobornado por Odebrecht con US$ 20 millones, es que esto sea, como quieren establecer los fujimoristas, un triunfo moral de su líder Alberto Fujimori.
Es decir, que como Toledo llegó a ser un enemigo político del fujimorismo, es un triunfo que este se haya revelado como un corrupto. Lo que esto solo significa es que Toledo es, al igual que Fujimori, un corrupto, algo que ya fue confirmado judicialmente en el caso del segundo en un proceso limpio y transparente, y que debiera ocurrir con el primero en un caso igualmente riguroso.
Incluso, Toledo podría alegar –como una vez hicieron los fujimoristas en el caso de los asesinatos extrajudiciales– que ‘él robó menos’, aunque vamos a ver qué es lo que finalmente sucede a medida que se vayan conociendo los testimonios de delación en el caso de otros proyectos de Odebrecht y en los de las otras empresas constructoras brasileñas.
Pero, millones más, millones menos, ambos son unos corruptos que usaron su paso por el poder para llenarse los bolsillos con dinero ilegal.
Esto confirma, primero, que la corrupción no es un asunto del tipo de gobierno. Se puede robar igual en democracia que en dictadura. Ni de orientación ideológica, pues roban en la derecha, centro e izquierda. La generalización es un grave error pues construye prejuicios que impiden distinguir al honesto del ladrón.
Lo que pretenden ahora los fujimoristas es realizar generalizaciones para señalar que todos son corruptos con el fin de quedar mejor en la balanza. Pero esto es absurdo. Ni todos los fujimoristas son corruptos, pues ahí hay gente honesta, ni todos los que participaron en el gobierno de Toledo son ladrones como él.
Asimismo, carecen de sentido los comentarios de estos días de personas que se sienten afectadas porque Toledo se reveló como un corrupto, atribuyendo este hecho a un fracaso de la transición democrática.
Al contrario, lo que se constata es que en democracia sí se puede juzgar y condenar a los corruptos, tal como ocurrió con Fujimori, y ojalá también ocurra, si es el caso, con Toledo y otros ex presidentes a quienes se les compruebe el delito. Un ‘copresidente’ como Vladimiro Montesinos, en cambio, salió inocente en el gobierno de su socio, y culpable en democracia.
Finalmente, los presidentes condenados por corrupción –cualquiera que sea– nunca deberían recibir indultos. Que cumplan toda su condena como recuerdo de una vergüenza que nunca más debe ocurrir en el Perú.

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