Por: Julio Schiappa
Estos días una epidemia de rabia humana parece haberse apropiado del proceso electoral.
Entre los cuyes, mascotas, usualmente pacíficas, el calibre de las frases estos días ha sido del tipo: “no somos patio trasero de peruposibilistas”, “se va a tener que tragar sus palabras”, “le ha dado pataleta”, “neofujimorista”. Todo por una desatinada lista de voceros que excluía al fundador de Peruanos por el Kambio, SalvadorHeresi, yaGilbertVioleta, secretario político del candidato presidencial.
Desde predios naranjas, donde el ADN parece dictatorial, se lanzaron dardos contra PPK tales como “lobista”, “viajas para arreglar tu nacionalidad”, “firmó el contrato del gas de Camisea y ahora quiere cambiarlo”, toda una vocería de callejón inédita por su violencia.
También los ataques contra los naranjas iban desde “Keiko es una m…”, “familia de asesinos”, “ladrones y corruptos”, entre otras lindezas, dictadas por colectivos que no saben si proponer el voto democrático o en blanco frente al partido fujimorista. Finalmente, el genial Kenji Fujimori hizo olvidar tanto agravio, al criticar a su hermana por una inexplicable candidatura suya el 2021. Armó un boche que fue la delicia del antifujimorismo, y que parecería tumbar un par de puntos en las encuestas a Fuerza Popular. Papá Alberto lo llamó a la Diroes y le aplicó un catana verbal que obligó a su unilateral renuncia (de Kenji) a ser candidato el año del bicentenario.
Haciendo un diagnóstico de brujo de la ola de rabia verbal y mental antes descrita, hay tensiones psicológicas que afectan a candidatos y partidarios por el reciente empate electoral diagnosticado por el psicólogo clínico Hernán Chaparro, director de la germana encuestadora GfK. ¿Será un complot del gremio de loqueros para ganar clientela entre los políticos?
La ola de rabia, dicen otros rabiólogos , parece tener su origen en las descomunales tensiones vividas durante una primera vuelta, que dejó fuera a dos candidatos presidenciales, que empezó con 20 y terminó con 9 partidos participantes, que implicó anular decenas de candidaturas al Congreso, incluyendo un desastroso debate, que culminó en despelote.
Seamos caritativos, los políticos (a veces) son también seres con sentimientos humanos. Si ve a uno, cómprele valeriana, impida que el mal de rabia se disemine por la nación.
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