Por: Martin Scheuch
Los Estados deben ser laicos. Los Estados confesionales acaban mal. Eso va a contracorriente de la historia”. Son palabras del papa Francisco en la entrevista que le concedió el 9 de mayo al diario francés ‘La Croix’.
Pero un derecho fundamental que debe respetar todo Estado laico es la libertad religiosa. “Yo creo que una versión del laicismo acompañada de una ley sólida que garantice la libertad de religión ofrece un marco para ir hacia adelante. […] cada uno debe tener la libertad de expresar la propia fe”.
Y si bien “es el Parlamento quien discute, argumenta, explica, razona” y aprueba las leyes, el papa añade que “el derecho a la objeción de conciencia debe ser reconocido al interior de cada estructura jurídica, porque es un derecho humano”.
Para Francisco “el sistema económico mundial […] ha caído en la idolatría del dinero. La mayor parte de la riqueza de la humanidad se haya en manos de una minoría de la población”. Sabemos que se refiere al capitalismo neoliberal, pues “un mercado completamente libre no funciona. Los mercados en sí son buenos, pero requieren de un respaldo, un tercero o un Estado que los monitoree y equilibre. En otras palabras, una economía social de mercado”.
Preguntado sobre la crisis de vocaciones sacerdotales, afirma, poniendo el ejemplo de Corea, que durante 200 años fue evangelizada sólo por laicos, que “no se requieren necesariamente sacerdotes para evangelizar”. Y que precisamente un gran peligro para la Iglesia es el clericalismo —la postura que centraliza las tareas eclesiales en los clérigos—.
En comparación, el cardenal Cipriani va a contracorriente del papa. Y de la historia.
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