Por: Juan Carlos Tafur
Keiko Fujimori puede ver complicada su elección –hasta el momento casi ganada- si tolera que sus subalternos se vayan por la libre y desplieguen tácticas políticas que nos hacen recordar las de viejo cuño montesinista.
A cuenta de esperar una contundente aclaración, no puede dejar de mencionarse el affaire de un audio groseramente manipulado por un programa de televisión con la finalidad de desprestigiar la denuncia de otro programa, y que en ese trance se denuncie que ha habido mano negra cercana al entorno de la candidata de Fuerza Popular.
La propia candidata ha indicado que su imperativo es resarcir el daño que el fujimorismo ha dejado por su pasado autoritario y se ha esmerado en apartar de su círculo a rostros identificados con los 90. Mal puede hacerse la desentendida frente a la reaparición de viejas mañas, que si bien es verdad pueden ser moneda común en campañas electorales, en su caso reverdecen antiguas aprensiones.
Acá mismo he opinado que la denuncia del programa Cuarto Poder, si bien válida, carecía de la contundencia prevista, algo que la propia opinión pública así había percibido, al extremo de tornarla inocua respecto de la marcha electoral en las encuestas. Por lo mismo, querer ensuciar al mensajero utilizando armas vedadas, supone traspasar un abismo que ni la prensa ni el poder político deberían sortear.
Resulta doblemente torpe lo ocurrido. Primero, porque cualquier crítica a un medio de comunicación debe tramitarse, por parte de la clase política, a través de una respuesta tolerante y un respeto mínimos al quehacer periodístico. Y segundo, porque no hacía falta armar un montaje para aligerar un daño que los hechos habían demostrado que no era tan grande. Más bien, quizás ahora sí lo sea.
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