domingo, 18 de mayo de 2014

¿Qué ocurrirá cuando, dentro de no mucho tiempo, ya no sea necesario el trabajo humano?

La respuesta a esta pregunta es el mejor antídoto para la confusión producida por el envenenamiento por liberalismo económico agudo. Es una tremenda patada neuronal que debería hacernos reaccionar y poner en jaque todas nuestras convicciones. Y no precisamente pensando en ese día, sino en el día de hoy, en el que ya hemos superado el ecuador de un proceso inapelable, pero sin notar sus posibles beneficios, sino quizá todo lo contrario.


Hacerle frente a esta cuestión hace que nos encontremos con dos nuevas preguntas: ¿qué tipo de sociedad hemos permitido?, y ¿qué tipo de sociedad queremos? Luego profundizaremos en esta cuestión dentro del contexto abordado.

Y ahora olvidemos lo planteado y hablemos de las predicciones de uno de los economistas más nombrados de los últimos años, pese a que sus trabajos tuvieron lugar principalmente en las décadas de los 20 y 30 del siglo pasado. Hablamos como es obvio de John Maynard Keynes, un teórico que hoy es visto poco menos que a la izquierda de Marx. Aunque con el confuso panorama sigla-concepto-ideología reinante, en el que por centrarlo en lo autóctono al PSOE se le considera de izquierdas y ya hay quien se define como anarcofascista, casi es natural que a un (hasta cierto punto) idealista, y liberal heterodoxo, se le haga pasar por comunista.

Keynes-in-his-Bloomsbury--001

No se puede negar en cualquier caso que el barón de Keynes nos dejó un legado más que interesante, y que por momentos sí pareció un auténtico revolucionario con sus discursos de aversión al dinero. De todo ello para el asunto que nos ocupa merece mención su Economic Possibilities for our Grandchildren (Posibilidades económicas para nuestros nietos), un ensayo publicado en 1930 en el que el autor se atreve con predicciones a un siglo vista.

Lo mejor de este ensayo es comprobar en qué acertó y en qué se equivocó y el porqué. Keynes fue bastante preciso en sus predicciones macroeconómicas (teniendo en cuenta que hablamos de adelantarlas casi un siglo), y solo se equivocó al aventurar que hoy trabajaríamos 15 horas semanales. Pero ¿de verdad se equivocó?

Pues no, no se equivocó, o si acaso en realidad se quedó corto. Y no se quedó corto cuando dijo: “En unos pocos años… seremos capaces de realizar todas las operaciones de agricultura, minería y manufactura con la cuarta parte del esfuerzo humano al que estamos acostumbrados”. No se equivocó porque ‘en unos pocos años’ se consiguió. Pero hoy hablar de una media de una vigésima parte aún no estaría siquiera ajustado a la realidad, y eso ni él lo pudo calcular. En realidad existen actividades en las que hoy hablaríamos en este aspecto de factores de tres cifras.

¿Y si esto es así, por qué no trabajamos menos?, ¿qué falla?

Falla que desde el poder no se quiere perder el poder, y que no hay voluntad ni humanidad y prefieren sacrificarnos. Falla que el trabajo automatizado pone en cuestión todo el modelo de sociedad y todas las ideologías dominantes. Y la mejor manera de ilustrarlo es plantearse el mundo de dentro de 100 años, como Keynes hizo. Y hacerlo pensando en lo que es de verdad necesario, y en lo que sí podemos delegar en las máquinas. Pero en realidad lo que falla es que la economía productiva, la de verdad dentro del modelo capitalista, ya no significa casi nada. Falla que se ha trucado el sistema para que unos pocos mantengan sus privilegios de casta. Pero sigamos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario