domingo, 18 de mayo de 2014

Enfermedad y su remedio

Repensar la relación entre el Estado y los privados.
Sin un anuncio oficial ni ser parte de un esfuerzo premeditado, está ocurriendo un conjunto creciente de expresiones en el país que invitan a repensar la relación entre el Estado y la actividad privada, planteando el desafío de nuevas formas de regulación que resuelvan problemas que se presentan, pero sin que el remedio sea peor que la enfermedad.
Desde fines de los sesenta con el gobierno militar, el Perú vivió un proceso de crecimiento notable del papel del Estado vía intervenciones directas –empresas estatales, por ejemplo– e indirectas vía regulaciones para decidir hasta el detalle absurdo lo que un privado debía hacer.
Ese esquema explosionó en el primer gobierno aprista, cuando se quiso hacer crecer el Estado hasta el absurdo –los tanques entrando a los bancos para estatizarlos es la expresión más recordada–, lo cual acabó liquidándolo y sin recursos ni para comprar curitas en los hospitales. Alan García convirtió al Estado peruano en un zombi enorme y torpe.
El fujimorismo respondió con una reforma de liberalización, desregulación, apertura al exterior y privatización que, mal que bien, perdura hasta ahora.
En algunos sectores, como donde hubo privatizaciones, se establecieron nuevos marcos y organismos reguladores con relativo éxito, como en las telecomunicaciones y electricidad, o se reforzaron los ya existentes como la SBS en la banca.
En otros, en cambio, donde la intervención estatal con normas llegó a absurdos asfixiantes, se produjo una desregulación a lo bestia. Por ejemplo, en el transporte público.
Hoy, un cuarto de siglo después, con un evidente progreso en muchas actividades, pero con nuevos problemas, es necesario revisar la manera como la actividad privada se relaciona con el Estado.
El transporte público necesitó una reforma como la hecha por el municipio de Lima, hay reclamos ante las AFP, las universidades requieren nuevas reglas, y hasta en los medios se necesitan topes para evitar el monopolio informativo.
Esto es a veces incomprendido por el privado que, ante la posibilidad de una nueva regulación, chilla recordando a Adam Smith y pidiéndole a Alan García un blindaje y este pactando ‘seguridades’ si lo eligen.
Son problemas nuevos que demandan enfoques nuevos, pero que deben ser encarados de manera inteligente mediante una solución que puede ser de diferente procedencia, desde un nuevo marco regulador y un organismo regulador, una nueva ley, un fallo de la justicia y hasta, en algunos casos, no hacer nada, pues lo más importante en el juego regulador es que el Estado lo realice con sagacidad, realismo y sin ánimo intervencionista, para que el remedio nunca sea peor que la enfermedad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario