sábado, 26 de marzo de 2016

César Lévano; Obama no pide perdón

El presidente Barack Obama, después de una visita cordial en Cuba, ha cumplido en la Argentina un periplo de dos caras: muy risueña con la esfera oficial de Mauricio Macri y con rechazo entre los argentinos que recuerdan el papel de Washington en la instauración de una dictadura sanguinaria y vendepatria.
Un periodista argentino enrostró a Obama ese pasado. El presidente respondió con un sofisma que ya he escuchado: ha habido una autocrítica (de un sector de la opinión y la prensa estadounidense, no del gobierno. Pero fue el gobierno estadounidense el que planeó y protegió a la dictadura. Henry Kissinger, secretario de Estado, fue auspiciador y acicate de Videla, así como de Augusto Pinochet en Chile).
El pueblo argentino ha recordado que el 4 de marzo, en momentos de la visita de Obama, se cumplieron 40 años del golpe militar que sometió a la Argentina a un régimen de represión en lo político y neoliberal en lo económico.
Hace pocas noches escuché repetir a Jaime de Althaus que hay que eliminar el empleo estable… ¡para crear más empleo! Eso se hizo en España, con elogio de Althaus, y ya se conoce la ruina española.
La dictadura instalada en 1976 en Argentina aplicó también el santo remedio del FMI. Alfredo Martínez de Hoz, ministro de Economía de los dictadores, explicó: “he recibido toda forma de apoyo a mi gestión por parte de las Fuerzas Armadas, cosa que es natural porque este programa económico fue aprobado por las Fuerzas Armadas antes de hacerse cargo del poder”.
Ese texto consta en el libro Cuentas pendientes, siglo XXI editores, Buenos Aires 2013, página 17. El volumen prueba el papel de la gran empresa, incluido el Grupo Macri, como socia de la dictadura.
El 4 de marzo se han cumplido 39 años del asesinato de Rodolfo Walsh, quien escribió, al cumplirse un año del cuartelazo, una Carta Abierta a los dictadores argentinos que Gabriel García Márquez llamó “obra maestra del periodismo mundial”. He aquí párrafos:
“Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra de ese terror. Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional.
“En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40 por ciento, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30 por ciento, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar, resucitando así formas de trabajo forzado que no persisten ni en los últimos reductos coloniales.”

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