miércoles, 30 de marzo de 2016

Augusto Álvarez Rodrich: Del púlpito a la tribuna

Sería muy injusto extender la justificada condena que merece el arzobispo de Arequipa, Javier del Río, por usar el púlpito religioso como tribuna política, a toda la iglesia católica, pues en la misma no todos son como él, que trafica con la fe del pueblo a favor de los intereses políticos específicos que defiende.
Lo que ha hecho el arzobispo Del Río es una vergüenza. Desde el altar de la catedral de Arequipa, el último domingo proclamó que “no es (moralmente de Cristo) votar por un candidato que está promoviendo el aborto, que está promoviendo el matrimonio de homosexuales”.
Luego, este activista político que funge de arzobispo con el camuflaje de una sotana, pasó a concluir con una recomendación a los fieles que estaban presentes: “Alfredo Barnechea y Verónika Mendoza han dicho abiertamente que ellos están a favor del aborto y del matrimonio gay. Un católico no puede votar por estos candidatos. ¡Es pecado!”.
Y para completar su faenón, luego de que surgiera una fuerte crítica, el arzobispo Del Río se llevó de encuentro el octavo mandamiento –no darás falsos testimonios–, como si su alto rango eclesiástico fuera una patente para mentir sin pecar, al decir: “Yo no he dicho que voten por un candidato … Yo como obispo solo he informado. El video fue captado al final de la misa en lo que llaman los avisos parroquiales”.
El arzobispo de Arequipa olvidó que hoy en día con un teléfono se puede captar escenas que antes quedaban en la impunidad, y que luego, al ser colgadas en las redes, hacen que la mentira sea un gesto de vocación por el suicidio reputacional.
Curiosamente, en la víspera, el arzobispo Del Río tuvo un amable encuentro con los candidatos pepecistas de la Alianza Popular, Lourdes Flores y Juan Carlos Eguren.
Lo último que le podía ocurrir a esta campaña electoral tan enrarecida por la exclusión de candidatos, y la falta de reglas claras, es que, además de las expresiones racistas de Alan García sobre los peruanos de pura sangre, ahora algunos miembros relevantes de la iglesia católica quieran convertir la elección en una cruzada a favor de sus amigos.
Por supuesto que la Iglesia tiene derecho a defender sus posiciones en asuntos como el aborto o el matrimonio gay. A lo que, en cambio, no tiene derecho es a mezclar la religión con la política, pues esto constituye un mecanismo subalterno de degradar a la religión y a la política.
En el Perú se debe avanzar hacia la construcción de un Estado realmente laico, lo cual es perfectamente compatible con el respeto por la importante presencia de la iglesia católica, pero eso requiere diferenciar su valioso aporte potencial, de contrabandos políticos penosos como el del arzobispo Javier Del Río.

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