martes, 13 de agosto de 2013

SER Y DIOS EN HEIDEGGER
Gustavo Flores Quelopana
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía
 



LOS TEXTOS
Heidegger declara abiertamente que “el Ser no es Dios”, sin embargo en Ser y Tiempo expresa que es “el trascendente absoluto”. Pero el Ser es lo más próximo y lo más lejano al hombre que cualquier ente, incluso el mismo Dios. El Ser es, en realidad, el mismo mundo, no hay otro mundo más allá del mundo, es inútil buscar un creador del mundo.

Ser y Tiempo trata de no tomar partido entre el teísmo y el ateísmo, y deja abierta la posibilidad de un nuevo desarrollo de su pensamiento.

En Carta sobre el Humanismo traza el camino para resolver “la muerte de Dios”, pues sobre lo sagrado reposa toda civilización. Y expresa que sólo a la luz de la esencia de la divinidad se puede pensar y decir lo que la palabra “Dios” debe nombrar.

De modo que, como sostiene en El Sendero, sólo el “compromiso por el Ser y para el Ser” puede dar sentido a la palabra “Dios”. Es el pensamiento el que “prepara un retorno posible de Dios”.

En El Final de la Filosofía y la tarea del Pensar se ratifica en su parecer de que no se quiere negar a Dios, sino que “Dios es un ente, el ente supremo de la ontoteología”. Y justamente por ello la filosofía debe trascender su pensar, para interrogarse por “el Ser no del ente sino por el Ser en cuanto ser”. Es decir, por la posibilidad de la presencia en cuanto tal.

Por no preguntar, escribe en Introducción a la Metafísica, por el “Ser del ente” sino solamente por el ente sin más, que el cristianismo convirtió en el “ente creado”, la tradición metafísica occidental ha sido culpable del olvido del ser.

En suma, para Heidegger “el Ser no es Dios”, a lo sumo Dios es “el ente supremo”, pero el Ser es “lo más lejano y lo más cercano” incluso de este ente supremo. Sólo el pensar sobre el Ser “posibilita el retorno de Dios”. El Ser está sobre Dios, sobre ese ente supremo necesario para instituir lo sagrado en toda civilización.

EL PROBLEMA
Si el Ser es la fuente del ente, incluso del ente supremo, entonces, qué ha de ser aquel Ser iluminador de todos los entes, iluminador incluso de la esencia de Dios.

EL DILEMA ETICO
Heidegger mismo admite que lo sagrado es el pilar de la civilización, y por eso se preocupa por el camino de un posible retorno de Dios. Es decir, en el fondo admite una repercusión ética en la superación de la “muerte de Dios”. Con esto metafísica y ética quedan enlazadas.

Para unos Heidegger carece de ética, mientras para otros de su planteamiento se deriva una ética.

Así, Acevedo Guerra sostiene que Heidegger no tuvo filosofía ética, sino un vago ecologismo (Ética originaria (Heidegger) y Psiquiatría,http://personales.ciudad.com.ar/M-Heidegger/%C3%A9tica-originaria.htm.p.2). No han faltado quienes han vinculado su asociación al nazismo y el no haber sido una persona ética en este punto, con el hecho de que nunca haya escrito Heidegger una ética.

Por su parte, Lizbeth Sagols en el Prólogo del libro Heidegger y la pregunta por la ética (UNAM, México 2001) admite que existen principios normativos que orientan la existencia humana, y por ello es posible afirmar que en Heidegger está presente una preocupación ética.

En una línea similar van las consideraciones de mi amigo, el filósofo toluqueño Noé Héctor Esquivel, cuando dice en su libro Trazos para una ética Hermenéutica en la vida y obra de Hans Georg Gadamer, (IESU, México, 2012) “el estudio de la ética en Heidegger nos remite necesariamente a la crítica de la filosofía moderna centrada en la subjetividad. Los fenómenos, los objetos, las cosas han quedado a expensas de la racionalidad del sujeto. Por eso la propuesta heideggeriana del retorno al ser” (pp. 211-212).

Pero como no hay ethos sin logos el dilema sigue siendo recuperar la unidad perdida entre filosofía teórica y filosofía práctica. Y en este punto el problema de Dios, como fundamento de los valores, es capital.

EL DILEMA EXISTENCIAL
La existencia humana se distingue de todas las demás existencias no por el hecho de tener conciencia de sí misma, como comúnmente se ha afirmando, sino por el atributo axiológico de poder optar por el bien y el mal.

Un hombre malo y perverso, tiene conciencia de sí mismo, pero con ello sólo efectúa una función animal, lo que lo hace humano es su capacidad de enmienda moral, de dejar de ser un monstruo. Es por ello, que el monstruo humano no nos parece humano, será hombre en sentido biológico pero no en sentido pleno, es decir, moral.

Este  hecho revela que en el hombre lo ontológico y lo axiológico están unidos. Cuando Ortega y Gasset decía que un tigre no puede destigrarse ni una tortuga destortugarse, pero, en cambio, un hombre puede deshumanizarse, estaba aludiendo a esta realidad. Sólo que, por su excesivo influjo heideggeriano, no reparó que en el hombre no todo es proyecto, no todo es historicismo, pues existe la realidad esencial en el hombre.

El pensamiento: “El hombre es y se hace en la historia” es incompleto, hay que añadirle: “El hombre es y se hace a pesar de la historia”. Su propia naturaleza ontológica exige su realización axiológica. La esencia del hombre es la realización del valor, y el valor más alto es el valor espiritual.

Es por esto que se puede afirmar que sin lo ético lo ontológico del ser humano está perdido. El hombre pierde su ser en la medida que pierde la realización de los valores. Y los pierde cuando opta por el mal.

Son nuestros actos los que elevan o hunden nuestra naturaleza humana. Si realizas el bien despliegas la luminosidad de tu ser, y si realizas el mal repliegas tu ser en la oscuridad. El espacio humano es casi un claroscuro, ambivalente y oscilante entre la luz y la oscuridad de su propio ser.

ONTOLOGÍA Y ÉTICA
El horizonte de apertura de la realidad humana posibilita una libertad que requiere de la luz de la razón para decidir su destino. Sólo porque nuestro ente humano necesita de una realidad objetiva, intemporal, trascendente y transhumana –los valores-, es dable afirmar que la realidad particular que somos sólo es posible desde la realidad del ser.

El orden ontológico humano exige el reconocimiento libre de un orden objetivo de realidades y valores. De modo que hacerse hombre es ser libertad comprometida no sólo con la humanidad entera, como supone Sartre, sino, también con Dios, como fuente de todo valor.

El hombre es libertad comprometida con lo inmanente y lo trascendente. La carencia de cualquiera de estos ámbitos lo vuelve en un absurdo, en un ente que ocupa el lugar de Dios, limita sus posibilidades y divorcia lo que tenemos en sí mismos con lo que hay fuera de nosotros. El fin existe objetivamente, y se da tanto dentro como fuera de nosotros. Y es precisamente por ello que la trascendencia no se agota en el proyecto humano, sino que lo abarca omnicomprensivamente.

EL SER PREXISTENTE
Sólo teniendo en cuenta la diferencia ontológica entre el ente y el ser, se puede evitar hacer caer al hombre en la Nada. Pero, de igual manera, abrirse a la trascendencia del ser y convertirse en el pastor del ser, como preconiza Heidegger, tiene poco sentido cuando dicha trascendencia se reduce a un ser supermetafísico, místico y poético, que no tiene nada que ver con la esencia divina, idea o concepto.

En Heidegger no es Dios el que hace posible el ente, ya vimos que proclama inútil buscar a un creador del mundo, más bien, es el Ser lo que posibilita la esencia de todos los entes, incluso el de Dios.

Pero cuando Dios es concebido como un ente emanado por el ser, como el ente supremo de la ontoteología, entonces se falsifica a lo trascendente por excelencia. Cuando en vez de negar a Dios se le rebaja a ente supremo, que recibe su existencia del Ser mismo, que lo sobrepasa, entonces se corrompe a la trascendencia y se orienta al hombre ya no a Dios sino a ese ser panteístico que está presente en todos los seres.

En Heidegger Dios no es la verdadera trascendencia, sino, la trascendencia absoluto recae sobre el Ser. Por lo demás, dicha trascendencia absoluta es inmanente al mundo, está en el mundo, es el mundo. No hay eternidad, solo sobrevive la temporalidad.

En otras palabras, de poco sirve eludir la afirmación sartreana que “la existencia precede a la esencia”, para pasar a sostener heideggerianamente que “el ser precede a la existencia”, cuando dicho ser ha sido adulterado en un supraser del cual emana incluso el ente supremo.

Que el ser preexista a Dios es un contrasentido, sin el cual se derrumba toda la crítica heideggeriana. El ser que precede a la existencia, incluso a la de Dios, es un puro concepto pagano de inspiración neoplatónica, en donde el atributo trascendental del ser se hipostasia incluso a Dios mismo, quedado convertido la divinidad en el ente supremo emanado del ser.

Pero qué clase de Dios heideggeriano es éste, cuyo atributo de Ser se le escapa, más bien depende del Ser para su existencia, y al final su realidad ha de resolverse en una temporalidad inmanente al mundo.

En buena cuenta, Heidegger no supera el horizonte de “la muerte de Dios”, ni brinda un camino real para su superación. Está más bien atrapado por la garra del iluminismo secularista que lo mantiene prisionero en la jaula de un panteísmo acosmista que constantemente coquetea oscilante con el ateísmo.

GOLPE MORTAL
La consecuencia nefasta de este planteamiento heideggeriano para el hombre de hoy es que la trascendencia, eliminada ya de la acción humana por la teología de la muerte de Dios y el New Age, es falsificada y convertida en la filosofía de Heidegger en un oriental otro mundo imaginario, que alimenta el deseo de éxodo y ascenso de la mente a ese mundo sutil del Ser, el cual está más allá de todo ente, incluso del Ente Supremo, o sea, Dios.

La teología de la muerte de Dios se da la mano con esta heideggerianaontología preexistente a Dios. Con este quimérico humanismo trascendente, que rompe el vínculo entre lo ontológico y lo axiológico, Heidegger ahonda el malestar de la conciencia moderna, y no hace más que añadir desorientación valorativa al ya aturdido hombre de hoy.


Sin superar este craso error la filosofía contemporánea no tiene oportunidad de contribuir a iluminar una salida a la crisis que alcanza todos los órdenes de la existencia humana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario