viernes, 23 de agosto de 2013

Percibiendo la corrupción

La reciente encuesta nacional de Proética sitúa al Congreso, la PNP y el PJ como las instituciones más corruptas. Y los políticos quedan por los suelos

Desde hace unos años, la ONG Proética realiza una encuesta nacional sobre percepción de la corrupción en la ciudadanía. Los porcentajes de este sondeo acaban de publicarse y son desoladores. Así, el Congreso es percibido como la institución más corrupta (55%), seguido de muy cerca por la Policía Nacional (53%) y el Poder Judicial (49%). Un altísimo porcentaje de entrevistados (71%) considera que los políticos son los personajes más corruptos, un 58% que estamos ante el principal problema que nos impide lograr el desarrollo y un 37% considera que el actual gobierno no ha avanzado nada para resolverlo.


Quienes salen mal posicionados en las encuestas suelen consolarse recordando que solo se trata de “instantáneas” de un momento. Sin embargo, este sería un pésimo recurso, pues allí están los porcentajes del año pasado, que ya situaban a estas tres instituciones en la cúspide de las más corruptas, y desde entonces es poco lo que se ha hecho para variar esta percepción. Por el contrario, hechos recientes la han agravado.
Así, el escándalo ocasionado por la denominada “repartija” de cargos hecha por el Congreso para suplir vacantes en la Defensoría, el TC y el BCR ha sido demoledor para una imagen que ya se encontraba deteriorada; lo mismo puede decirse de la complicidad policial en algunas fugas de penales o del descubrimiento de policías en actividad o ex policías integrando bandas criminales, o de liberaciones de detenidos y sentencias inexplicables en el PJ. Y los recientes casos de transfuguismo –muy mal vistos por la ciudadanía– o acusaciones ante la Comisión de Ética tienen su peso en la pobrísima opinión que se tiene de los políticos.
La confianza y la credibilidad son valores esenciales para las instituciones y los líderes de opinión, entre los cuales se encuentran los políticos. Dado que se trata de términos abstractos, ingrávidos y volátiles, cuesta mucho ganarlos y se pierden con rapidez. Nunca se obtienen de una vez y para siempre y resulta casi imposible recuperarlos una vez que se los extravía. Uno de los problemas más serios para una institución o persona consiste en que se crea que están controlados por intereses ajenos a su  labor. Entonces se inicia una caída más cruel que un apagón prolongado, y de la que muy pocos se recuperan.
Por eso resulta especialmente grave que un 37% considere que el gobierno hace poco por combatir y prevenir este fragelo, un porcentaje amplísimo considerando que ha cumplido dos años de su mandato. Como afirma Cecilia Blondet: “Esta sería la oportunidad para que el gobierno llame a una gran cruzada. Además, que se identifiquen diez o doce medidas que permitan a la población sentir que hay una acción inmediata contra la corrupción”. Pero para que esto suceda es necesario que coincidan dos cualidades: liderazgo y voluntad política, y ambas no se advierten entre quienes encabezan los poderes del Estado.
Es necesario que el gobierno recupere la iniciativa en el tema de la lucha anticorrupción, tanto en su conjunto como a través de sus cabezas visibles, y vuelva sobre anteriores diseños, los mismos que prometían una lucha activa y sistemática contra un fenómeno que no es exclusivo de su gestión, pero que requiere de atención permanente. Existe consenso ciudadano con respecto de que la corrupción se ha incrementado por culpa de la ineficacia de un Estado ausente y que cede terreno al delito. Combatirla no implica solo un plan de acción para el aquí y ahora, sino medidas que contribuyan a prevenirla hacia el futuro, promoviendo una ética ciudadana en todas las esferas de la actividad pública y privada.

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