sábado, 27 de febrero de 2016

Reflexiones al pie del retrato de Sandino


El autor, destacado intelectual nicaragüense, habla del héroe máximo de su país, a partir del retrato realizado por el artista peruano Bruno Portuguez que ilustra la nota.
Pintado en su inmensidad por el artista peruano Bruno Portuguez, el retrato del General Augusto César Sandino
Edwin Sánchez
Colaborador
Pintado en su inmensidad por el artista peruano Bruno Portuguez, el retrato del General Augusto César Sandino nos invita a verlo tal cual era: el constructor de lo más noble de nuestra nacionalidad.
Los que no sienten esa energía del nicaragüense tampoco admiten su rostro que alumbra, la bandera de lucha contra la penumbra, y todo lo que porte en buena ley, la divisa Sandinista.
El principal pretexto es que esta simbología es la de un partido. Y que toda referencia rojinegra en una oficina del Estado, en una institución pública, es un irrespeto a la Constitución.
Pero el niquinohomeño está en la raíz de la nicaraguanidad y evocado, recordemos, en el Preámbulo de la Constitución Política de la República de Nicaragua con el supremo título de “General de Hombres Libres, AUGUSTO C. SANDINO, Padre de la Revolución Popular y Antimperialista”.
Ciertamente, el Frente Sandinista no fue constituido para organizar rencores de vieja data o recalentar los fríos rescoldos que dejan en el espíritu las amarguras de no poder sentarse en el solio presidencial. Carlos Fonseca y Tomás Borge, dos jóvenes intelectuales ubicados en las antípodas de las miserias humanas, junto a otros revolucionarios prefirieron persistir en el legado del General.
Tanta es la unidad entre aquel Pequeño Ejército Loco y el FSLN, que su continuidad tiene el sello del Coronel Santos López, uno de los militares muy cercanos a Sandino.
Este proceso ininterrumpido se fortaleció aún más con el comandante Daniel Ortega y la escritora Rosario Murillo, al ejecutar un inclusivo plan de nación que, en este último periodo de Gobierno Sandinista, establece la ruta del desarrollo que marca por fin, para Nicaragua, un antes y un después.
Si, este es el Sandinismo verdadero del comandante Edén Pastora, uno de los primeros guerrilleros que asume el nombre de aquel inteligente, en el Frente Revolucionario Sandino, y combatió, en 1959, al lado del Coronel Salinas, miembro del Estado Mayor del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional.
Es el sandinismo de los que también son páginas vivas de la Revolución. No es, pues casualidad, sino causalidad, que pertenezcan al FSLN: el Vicepresidente, general Omar Hallesleven; comandantes Bayardo Arce, Doris Tijerino, Lenin Cerna, Lumberto Campbell, Álvaro Baltodano; Gladys Báez, Jacinto Suárez…
Es la visión del Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional que en solo 9 años “ha logrado reducir en casi la mitad el número de pobres extremos, lo que representa un salto importante, incluso respecto a estadísticas internacionales”.
La causa de los desvalidos fue la del General, y es la que recoge el Gobierno al presentar datos escrutados por organismos internacionales, pero censurados por la minoría conservadora en sus diversas presentaciones “independientes”: la pobreza general se situó “en 29.6%, con una reducción de 12.9 puntos porcentuales respecto a 2009 y 18.7 puntos porcentuales respecto a 2005”, según lo detalla el Informe Anual del presidente Ortega.
II
Sandino luce a Nicaragua en el retrato de Portuguez. Pese a toda la ofensiva de los Marines y la infamia de la prensa y políticos al servicio de los intereses extranjeros, las facciones del General son inconfundible por su serenidad y gozo espiritual.
Esos ataques que hoy un reducido grupo de derecha y sus medios de distorsión lanzan contra el Sandinismo, al final comprueban que esta formación política son los ideales en pie del Guerrillero de Las Segovias.
La intensidad de los odios es la misma que sufrió Sandino. Ese innoble sentimiento alcanzó su más trágica expresión el 21 de febrero de 1934, cuando Anastasio Somoza García perpetró el vil asesinato con la activa complacencia de la Legación de los Estados Unidos en Managua.
Y para justificar el magnicidio, aquella mala voluntad de Primera División movió las imprentas para denigrarlo, ensuciar su imagen y tratar de desaparecerlo del recuerdo colectivo.
La decadencia no tolera que el ADN del General Sandino se halle en el cuerpo del FSLN y el alma de su Gobierno, ese que ha hecho de Nicaragua “uno de los países de América Latina y el Caribe que en términos porcentuales ha reducido más la desnutrición y el hambre, según el Informe 2015 sobre el Estado de la Inseguridad Alimentaria en el Mundo, de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO)”.
Tras difamar de clientelista-populista los programas sociales como Hambre Cero, su impacto es verificable en la disminución de las personas sub nutridas, al pasar del 54.4% en 1990-1992 a 16.6% en 2012-2014, según el informe de la FAO, registra el Informe Presidencial.
III
Solo ver la expresión del Héroe a la luz del pintor sudamericano, nos permite aquilatar la dimensión extraordinaria del que se enfrentó y venció al ejército más poderoso que ha existido sobre la faz de la Tierra.
Por supuesto, no se pretende divinizar a Sandino ni a rendirle culto a quienes procuraron la sobrevivencia de la Causa Sandinista, sintetizada en la democracia inclusiva.
Al plasmar en óleo al hombre que soportó los primeros bombardeos aéreos sobre la humanidad y padeció, además, en carne propia la “modernización” de la guerra, observamos al pensador y al guerrero: pura poesía visual captada magistralmente por el retratista que nos revela a un espíritu superior en toda su fuerza vital.
Cuando se dice en Cuba Debate que Portuguez es un artista “en suma, que sabe separar la paja del trigo, y brinda lo esencial y trascendente del personaje escogido”, no es un elogio: es la realidad que se aprecia en la mirada del General, puesta más allá del siglo que le tocó; es el brillo de los visionarios, de los que nunca serán derrotados.
Toda esa geometría de trazos vivientes que componen el rostro del luchador, comunican un destino desde cualquiera de sus ángulos; de hecho, esa algarabía de pinceles dichosos, contrario a las plumas infelices que traten de empañarlo, le dan el semblante de un ungido de Dios.
Portuguez lo supo aprehender y contribuirá a discernir mejor a nuestro Héroe, porque el estandarte que cubre su cuello subraya el mensaje del Sandinismo actual y sus juventudes: “es –dijo Sandino a José Román– nuestro pabellón rojo y negro, que es un símbolo, el rojo que representa la resurrección, sobre el negro que es la muerte”.

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