domingo, 28 de febrero de 2016

Guzmán en el espejo de Humala.

Si estamos cansados de elegir entre el mal mayor y el menor, preparémonos a renunciar a reformas claves para salir del hoyo.

Guzmán en el espejo de Humala, por Juan Paredes Castro
Juan Paredes Castro
Si Ollanta Humala juró el 28 de julio del 2011 por una Constitución que no existe; estableció, con toda impunidad, un cogobierno con su esposa Nadine Heredia; y dejó en sospecha poderes oscuros al interior del gobierno como el de Oscar López Meneses, ex operador de Vladimiro Montesinos, entonces la Presidencia de la República está preparada para pasar, sin que a nadie se le mueva una ceja, por todos los arrebatos de informalidad e ilegalidad posibles.
Si Julio Guzmán sigue en carrera por la presidencia, pese a un fallo del JNE en la más alta instancia que considera improcedente su candidatura, y gracias a una resolución del JEE, en menor instancia, que convierte en subsanable la infracción de su partido Todos por el Perú, calificada de insubsanable por el Registro de Organizaciones Políticas (ROP), entonces el sistema electoral ha empezado a perder autoridad sobre sus resoluciones, ahora informales e ilegales.
Si las formalidades de ley pueden ser borradas de un plumazo cada vez que se quiere imponer un derecho o justificar un objetivo, al punto de que a futuro los actos del presidente podrían ya no necesitar la refrendación de un ministro, entonces el sistema jurídico y constitucional del Perú se volverá una coladera de transgresiones y violaciones perpetradas por los oportunismos políticos de turno.
Si el JNE, máximo tribunal de justicia electoral, carece del rigor para calificar la condición formal de un partido que postula a alguien supuestamente honorable a la presidencia, partido, además, como muchos otros, al que no le basta estar debidamente representado sino simplemente inscrito, no importa que haya sido comprado, alquilado en el camino o formalizado a última hora, entonces estamos ante un vacío de garantía legal del proceso en marcha sumamente grave.
Si el crecimiento de las preferencias electorales por su candidatura, que pueden seguir moviéndose hacia arriba o también empezar a moverse hacia abajo, nubla la inteligencia y la reflexión de Julio Guzmán sobre las graves infracciones cometidas por su partido, a las que minimiza en lugar de reconocerlas, al extremo de acusar a sus adversarios de pretender robarle la elección con todo lo que aún falta por recorrer, entonces preparémonos a lo peor: a verlo en el futuro en el espejo intolerante y autoritario de Humala, y no en el del gobernante y estadista que todos quisieran, estén o no de acuerdo con sus ideas y propuestas.
Si los peruanos estamos ya cansados de elegir entre el mal mayor y el mal menor porque nos encanta la polarización en un grado de confrontación en que el enemigo de un peruano es siempre otro peruano, entonces preparémonos a renunciar a las reformas claves para salir del hoyo en muchas cosas (inseguridad, corrupción, pobreza crítica y mala educación), porque al no haber concertación ni consenso posible únicamente podremos cambiar las cosas vía referéndum.
Si Julio Guzmán va a representar o duplicar la aventura política de Humala, encima dividiendo al país en buenos y malos, entonces preparémonos a otros cinco años perdidos.

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