viernes, 13 de septiembre de 2013


LA INSTITUCIONALIDAD PARA REPRODUCIR EL ORDEN
El estudio que sigue describe e interpreta el pensamiento y la acción política de
la institucionalidad del nuevo orden mundial capitalista que condiciona y fija la
vida de nuestros pueblos. Esta es una exigencia básica para poder entender, 
desde un enfoque menos complaciente, cómo las decisiones más importantes
de la economía, la política y la ideología se estructuran fuera de nuestras
fronteras y se enlazan en el sentido de la supremacía del poder de los Estados
Unidos. 
El énfasis está puesto en reconstruir la institucionalidad del Poder que decide y
maneja las instituciones básicas de nuestros pueblos: dictando las políticas a
seguir en todos los ámbitos y sectores, asegurando financiamientos millonarios
para negocios lucrativos de empresas y empresarios extranjeros con cargo a
nuestras deudas externas, y manipulando conciencias de cada vez más
amplios sectores poblacionales nativos. 
El nuevo orden mundial capitalista se expresa en una institucionalidad cuyos
orígenes datan del término de la primera guerra mundial. Ha tenido cambios
que se han ido produciendo de acuerdo con el desarrollo histórico del
capitalismo y de las relaciones internacionales entre el país hegemónico, 
surgido de ésa y de la segunda guerra mundial, con los países de Europa, 
Asia, Africa y América latina5
Fue precisamente, el “Acuerdo de Bretton Woods” el que permitió a los Estados
Unidos de Norteamérica, encuadrar la economía del mundo dentro de las
previsiones que estableció para “ordenar” el mundo bajo su hegemonía, como
país triunfante y único beneficiario de las dos guerras. 
La educación, como parte de la superestructura de toda formación social, se ha
inscrito siempre, en la lógica del proceso global de las relaciones sociales
capitalistas para asegurar su reproducción. La educación a distancia, no se
excluye de este razonamiento. Desde lo que aquí se sostiene, responde a una
etapa diferente del desarrollo histórico de las fuerzas productivas. Asegura un
proceso más abierto y extensivo de reproducción social, al propio tiempo que
compulsivo y rápido. Esto, gracias a los avances de la telemática, la
informática, la robótica, superpuestos a realidades de países empobrecidos con
poblaciones de escaso capital cultural. 
5
Los antecedentes de la institucionalidad a la que se alude han sido fijados a fines de la primera guerra
mundial, pero probablemente se remonten al momento mismo en que nació en los “puritanos” invasores
del territorio norteamericano el mito del “Destino Manifiesto” (a comienzos del siglo XVII). O, a 1823, 
cuando la doctrina de “América para los americanos”, escrita por John Quince Adams, fue declarada por
el ex-presidente Monroe. O, o a 1904, año del “Corolario Roosevelt” que dejó establecido el derecho
norteamericano de intervenir en cualquier país americano “desquiciado” que amenazara los derechos o
propiedades de ciudadanos o empresas estadounidenses. 14
De lo que trata el capítulo es de obtener un conocimiento organizado del
bloque productor de pensamiento imperialista que suele mostrarse
fragmentario y con frecuencia contradictorio, pero que está orientado a
perpetuar, con distintos grados de claridad y nitidez, los motivos y fines de la
acción dominante. 
1. RECONSTRUYENDO LA HISTORIA 
1.1 Los “14 puntos” y el anuncio del nuevo orden mundial 
Un primer antecedente histórico del surgimiento de la institucionalidad del y
para el nuevo orden mundial, lo constituye el discurso de “Los 14 puntos” del
presidente Woodrow Wilson redactado al final de la Primera guerra mundial. 
Aquí el ex-mandatario hace un llamado a las naciones europeas en conflicto
para que detengan el fuego y den paso a la reconstrucción del continente. 
Pronunciado en el Congreso de su país el 08 de enero de 1918, advertía la
conformación de un nuevo orden mundial que aseguraba el control absoluto de
los mares por parte de EEUU, la inexistencia de barreras económicas para la
expansión de su comercio, y el rol de gendarme mundial a través de la
“sociedad de naciones” (Wilson, 1918). 
1.2 La “Conferencia de Paz de París” de 1919 
Un segundo antecedente, dando continuidad a los “14 Puntos”, lo constituye la
“Conferencia de Paz de París de 1919”, que compartieron el primer ministro de
Francia Georges Clemenceau y el de Inglaterra Lloyd George, con el
presidente norteamericano Woodrow Wilson. Aquí se pusieron de acuerdo en
los términos del fin de la guerra. Se aprobó la nueva configuración geográfica
del mundo tras el reparto de territorios de Europa entre las potencias aliadas
triunfantes. Se impuso, con el Tratado de Versalles, la cuantiosa indemnización
que los alemanes terminaron de pagar en el 2010; se le expropiaron territorios
y se limitó su soberanía en diferentes aspectos de su vida económica, política y
militar. Se aprobó la propuesta del Presidente Wilson de crear la “Sociedad de
Naciones”. EEUU, sin embargo, nunca la reconoció, por no ajustarse a sus
ambiciones hegemónicas y por tratarse de una idea que expresaba el
“pensamiento” demócrata6
. Se prohibió el ingreso de Alemania. 
6
En el proceso de reparto de territorios tiene nacimiento el actual conflicto entre palestinos y judíos. Fue
la “Sociedad de Naciones” la que otorgó a Inglaterra el control de Palestina de acuerdo con el Tratado de
Sévres. Este tratado, aparte de expulsar al Imperio otomano de Europa para complacencia de los
cristianos, otorgó una serie de mandatos a favor de las potencias triunfantes. Entre estos, los mandatos
británicos de Mesopotamia y de Palestina. De acuerdo a este último, los británicos que ya se habían
declarado favorables a la creación de un “Estado árabe unido” en 1916, y de un “Hogar nacional judío” en
la “Declaración Balfour”, en 1917, que no perjudicara los derechos civiles y religiosos de las
comunidades no judías existentes en Palestina, abrió las puertas a la inmigración judía en territorio
palestino. Durante la II guerra, los judíos iniciaron acciones terroristas que motivaron el retiro de
Inglaterra sobreviniendo luego, la acción de la ONU (que ya había reemplazado a la Sociedad de
Naciones), para asegurar los intereses norteamericanos en Oriente. La ONU acatando el imperativo
sionista, dividió Palestina creando el Estado de Israel el 14 de mayo de 1948. 15
1.3 La “Carta del Atlántico”
Firmada el 14 de agosto de 1941 por el presidente norteamericano Franklin D. 
Roosevelt y el primer ministro británico Winston Churchill a bordo del buque
británico Principe de Gales en el Océano Atlántico, es otro de los antecedentes
importantes para dar continuidad a la historia de la institucionalidad oficial del
nuevo orden mundial. Establecía que EEUU e Inglaterra: 
• No buscaban ningún engrandecimiento territorial o de otro tipo
• No deseaban ver ningún cambio territorial que no esté de acuerdo con los
votos libremente expresados de los pueblos interesados. 
• Respetaban el derecho que tienen todos los pueblos de escoger la forma de
gobierno bajo la cual quieren vivir. 
• Deseaban el restablecimiento de los derechos soberanos y el libre ejercicio
del gobierno a aquellos a quienes les habían sido arrebatados por la fuerza. 
• Se esforzaban, respetando totalmente sus obligaciones existentes, en
extender a todos los Estados, pequeños o grandes, victoriosos o vencidos, la
posibilidad de acceso a condiciones de igualdad al comercio y a las materias
primas mundiales necesarias para su prosperidad económica. 
• Deseaban realizar entre todas las naciones la colaboración más completa, en
el dominio de la economía y aseguraban a todos las mejoras de las
condiciones de trabajo, el progreso económico y la protección social. 
• Esperaban, tras la destrucción total de la tiranía nazi, ver establecerse una
paz que permitiera a todas las naciones vivir con seguridad en el interior de
sus propias fronteras y garantizaban a todos los hombres de todos los países
una existencia libre sin miedo ni pobreza. Una paz así permitiría a todos los
hombres navegar sin trabas sobre los mares y los océanos. 
• Consideraban que, en espera de poder establecer un sistema de seguridad
general, amplio y permanente, todas las naciones del mundo, tanto por
razones de orden práctico como de carácter espiritual, deberían renunciar
totalmente al uso de la fuerza, puesto que ninguna paz futura puede ser
mantenida si las armas terrestres, navales o aéreas continúan siendo
empleadas por las naciones que la amenazan, o son susceptibles de
amenazarla con agresiones fuera de sus fronteras. 
• Ayudarían y fomentarían todo tipo de medidas prácticas que aliviaran el
pesado fardo de los armamentos que abruma a los pueblos pacíficos. 
El sentido de este documento no era otro que el llamado al nuevo alineamiento
que imponían las dos potencias vencedoras en la segunda guerra mundial. 
Todos deberían desarmarse y renunciar al uso de la fuerza, menos ellos; todos
deberían colaborar a fin de asegurar condiciones de trabajo, progreso
económico y protección social funcionales al nuevo sistema que se imponía; 
todos deberían aceptar las bases del orden democrático, los derechos16
soberanos y el libre ejercicio del gobierno, pero dentro del derecho de las dos
potencias al comercio y a las materias primas7
La Carta del Atlántico ratificaba, además, el derecho a la libertad de los mares
que los EEUU había planteado como un objetivo estratégico de su política
exterior entre “Los 14 puntos”; la convicción del desarme de los vencidos, y el
establecimiento de un amplio y permanente orden de seguridad internacional
que luego vendría a ser el Sistema de Seguridad Nacional de los EEUU. 
Contrastado con la realidad de agresión, guerras y usurpación que hoy vive el
mundo por la perversidad de un orden sustentado en la industria bélica y la
moral judeo-cristiana, esta declaración de buenos deseos resulta ser un tributo
al cinismo que caracterizó desde siempre a la doctrina de convivencia de los
Estados Unidos y a la de sus socios europeos. 
1.4 Los “Acuerdos de Bretton Woods” 
Tres años después de la firma de la “Carta del Atlántico” en la que Inglaterra y
los Estados Unidos expresaban su voluntad hegemónica compartida, tuvo lugar
la “Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas”, realizada en el
complejo hotelero de Bretton Woods, en New Hampshire, entre el 01 y el 22 de
julio de 1944. Aquí se dio nacimiento a la institucionalidad oficial básica para la
consolidación8
del nuevo orden mundial después de la II guerra mundial. 
El Poder norteamericano estableció las reglas para las relaciones comerciales
y financieras entre los países del mundo. Se crearon el Banco Mundial (BM) y
el Fondo Monetario Internacional (FMI), y se determinó el uso del dólar como
moneda internacional. El BM y el FMI empezaron a controlar las políticas del
mundo a partir de 1946, en todos los órdenes de la vida social. 
Quedó, igualmente establecido, el país que hegemonizaría la construcción del
nuevo orden mundial por encima de declaradas alianzas. No otro fue el
sometimiento de su socio inglés a través del desmantelamiento del “Sistema de
preferencias imperiales y del área esterlina”. 
Este sistema, formalizado en la Conferencia de Ottawa en 1932, otorgaba
prioridad a las colonias que mantenía el poder inglés para que vendieran sus
7
Respecto del desarme: hoy tras casi un siglo después de la declaración norteamericana la historia se
repite. EEUU prohibe que cualquier país, menos ellos, o sus aliados de la OTAN, posea armas nucleares y
obliga a que se sometan al Consejo de Seguridad. Nada menos que al órgano creado en el seno de una
organización hecha para garantizar la desigualdad de derechos y la política colonizadora, guerrera y
terrorista del imperio del siglo XX. 
8
Se identifica aquí como institucionalidad oficial básica, a ese enorme aparato burocrático que
conforman todas las instituciones financieras y de cooperación internacional de la llamada Organización
de las Naciones Unidas ONU. Guarda diferencias con la institucionalidad que conforman las instituciones
destinadas al pensamiento del nuevo orden mundial y a la toma de decisiones, que se identifica como
think tanks. Están, igualmente, los llamados Organismos No Gubernamentales (ONG), que operan a nivel
mundial de origen norteamericano, europeo y asiático. 17
productos básicos a Gran Bretaña a cambio de preferencias para los
fabricantes británicos en sus respectivos mercados. 
El Área Esterlina, creada en 1937, era un grupo de colonias y dominios
británicos que ataron sus monedas a la libra esterlina y mantenían todas o gran
parte de sus reservas, en la moneda británica. 
Dentro del “nuevo orden económico”, hegemonizado por el dólar, esto podía
ser una limitación para el control de los mercados cambiarios. Por eso, EEUU, 
olvidando sus acuerdos, convirtió a Inglaterra, que era ya una fuerza mundial
agotada por la guerra, en un país igualmente dependiente de la órbita
norteamericana (Rajamoorthy, 2004). 
Keynes vs. White
Al término de la segunda guerra mundial, EEUU emergió como la economía
más fuerte del mundo, gracias a su rápido crecimiento industrial y a la fuerte
acumulación de capital por la venta de armas a uno y otro país comprometido
en la guerra. 
Previendo la eventualidad de una depresión como la de los años 29 debido al
fin de la producción bélica, el presidente Roosevelt planteó la creación de un
orden de posguerra para asegurar la expansión del mercado norteamericano y
de su poderío bélico, más allá de sus fronteras. Retomó lo dicho en los “14
puntos” por su antecesor, y por él mismo, en la “Carta del Atlántico”. Impuso al
mundo la liberalización del comercio mundial, asegurándole a los Estados
Unidos un mercado abierto para sus exportaciones y el acceso sin restricciones
a los mercados de materias primas en el mundo. 
A la Conferencia de Bretón Woods, asistieron 44 naciones. En aquel entonces, 
la mayoría de las naciones del tercer mundo que aún eran colonias europeas
no tuvieron representación propia. La mayoría de los representantes de estas
naciones, eran de América latina con regímenes bajo la influencia y el control
del poder norteamericano. Los países del bloque soviético participaron de la
Conferencia, pero no ratificaron los acuerdos. China lo hizo a través de
representantes del régimen del Kuomintang pero, tras el triunfo de la revolución
maoísta en 1949, se retiró. India lo hizo como parte de la delegación británica, 
dada su condición de colonia. Sin embargo, fue uno de sus delegados, el que
planteó que “un flujo predominante de materia prima y comestibles en una
dirección y de productos altamente manufacturados en la otra, no constituía un
comercio internacional realmente equilibrado (…) sólo prestando más atención
a las necesidades industriales de países como la India, se podría alcanzar un
equilibrio real y racional” (Bretton Woods, 1944). Alemania, Japón e Italia que
formaron parte de los países del eje, estaban prácticamente derrotados. Las
naciones de Europa occidental aún eran campo de batalla y se encontraban en
crisis. En esas condiciones, Estados Unidos, que producía la mitad del carbón
mundial, 2/3 del petróleo, más de la mitad de la electricidad, barcos, 
automóviles, armamento y maquinaria pesada, se erigió como la potencia que18
impuso su diseño económico escrito por Harry Dexter White (creador del FMI), 
frente a la propuesta inglesa diseñada por John Maynard Keynes. 
El “plan Keynes” se apoyaba en la creación de un órgano internacional de
compensación, que sería capaz de emitir una moneda internacional (Bancor)
vinculada a las divisas fuertes y canjeable en moneda local por medio de un
cambio fijo. A través de ese mecanismo los países con excedentes financiarían
a los países deficitarios, vía una transferencia de sus excedentes. De esta
manera se tendría la ventaja de hacer crecer la demanda mundial y de evitar la
deflación, beneficiándose todos los países. 
La clave de esta propuesta era que los países acreedores y los deudores
estarían obligados a mantener una balanza comercial equilibrada y, en caso de
incumplimiento, a pagar intereses sobre la diferencia. El plan permitiría que los
intereses comerciales más poderosos no distorsionaran la balanza comercial
por causa de una exportación ininterrumpida de sus productos. Pero, EE.UU, 
que poseía el 80% de las reservas mundiales de oro y era un país fuertemente
acreedor, no quería estar obligado a gastar su superávit comercial en los
países deudores. El Plan Keynes no convenía a sus intereses y, aprovechando
su mayor influencia política y la vulnerabilidad de su aliado británico, 
necesitado de créditos americanos para superar los efectos de la guerra, logró
que la propuesta de Keynes, fuera desechada. 
Estados Unidos impuso, además, las cuotas de los países miembros del Fondo
Monetario Internacional, lo que le permitió, y permite aún, el poder de votación
y control. Una vez asegurado el control de las cuotas, fue fácil para EEUU
establecer la sede del BM y del FMI en su territorio. Gran Bretaña pidió que al
menos una de ellas se estableciera en Europa, pero no tuvo éxito. Keynes, al
ver la enorme influencia que iba a tener EEUU en estas instituciones intentó en
vano que los directores ejecutivos del FMI fueran funcionarios de tiempo parcial
subordinados a bancos centrales nacionales. EEUU impuso que fueran
funcionarios a tiempo completo subordinados a las propias instituciones cuyo
control tenía asegurado. Lo único que Keynes logró fue que un representante
belga fuera elegido presidente del FMI, y desde entonces EEUU y Europa se
han repartido las jefaturas de los dos organismos internacionales del control
económico y financiero mundial. Hecho que constituye sólo una formalidad. 
1.5 El “Consenso de Washington” ¿políticas consensuadas? 
En la década de los 30, algunos países de América latina habían iniciado la
experiencia de “industrialización dirigida por el Estado”, viéndose incluso
beneficiados con la II Guerra. Otros países permanecieron bajo férreas
dictaduras militares. La experiencia de industrialización hacia adentro
terminaría a fines de los 60. Momento en el que se abrían paso procesos de
reforma en algunas de las economías relegadas (Bolivia, Perú, Ecuador, 
Panamá), dirigidos por militares identificados como “nacionalistas”, mientras las
economías centroamericanas permanecían aún bajo gobiernos dictatoriales. 19
Las experiencias de reformas estructurales conducidas por gobiernos militares
nacionalistas, así como la socialista en Chile, terminaron en la década de los
70. 
A partir de los 90, del siglo pasado, la “Ayuda oficial al desarrollo” (AOD), 
conducida por las instituciones financieras internacionales (IFI) y por la
Organización Mundial de Comercio (OMC), cambiaría totalmente de sentido y
significado. Se definió en función de la “crisis de la deuda” que se desencadenó
en los 70’, del desplazamiento de las experiencias de economía estatal de los
países de la órbita soviética y de la mundialización del neoliberalismo. Para
algunos, el nuevo contexto significaba no sólo el fin de la Guerra Fría, sino el
fin de la historia (Fukuyama, 1989). 
Es el tiempo del llamado “Consenso de Washington” cuyo nombre obedece a
los acuerdos adoptados por las IFI para implementar los “programas de ajuste
estructural” en los países deudores, a fin de remontar su situación de crisis y
asegurar su reinserción en el comercio mundial. También se le conoce con el
nombre de “Agenda de Washington”, “Convergencia de Washington” o “Agenda
Neoliberal”. 
Su origen se atribuye al economista inglés John Williamson, y fue impulsado
por el FMI y el BM. Participaron igualmente en su redacción, el Comité de la
Reserva Federal de los EEUU, miembros neoconservadores del Congreso de
ese país, y los think tanks, neo-conservadores. Constituye el paquete de
políticas económicas para forzar cambios estructurales en Latinoamérica, 
concordantes con el nuevo modelo de la economía mundial de mercado y el fin
del “modelo de bienestar. 
Luego del triunfo norteamericano en la segunda guerra mundial, el “bienestar”
empieza a ser entendido no sólo como resultante del crecimiento económico y
de la evolución del PBI per cápita, sino como crecimiento económico
acompañado de políticas redistributivas. Se sostiene que la política económica
acompañada de políticas sociales, son las que en conjunto producen el
bienestar esperado en variables como pobreza, desigualdad y desarrollo
humano, y en indicadores que tienen que ver con educación, salud e
infraestructura básica. Las políticas económicas deben ser sectoriales, con una
presencia importante del Estado en su configuración y en la orientación de las
políticas sociales. Éstas se concebían bajo el principio de universalidad, es
decir, para todos. 
En América latina, la adopción del paradigma del “Estado de Bienestar”, no fue
necesariamente acompañado del mantenimiento de los equilibrios económicos
fundamentales, como el del equilibrio fiscal. De este modo las políticas
expansivas generaron desorden económico, crisis recurrentes y, finalmente
procesos hiperinflacionarios como los que tuvo el Perú al final del primer
período de gobierno de Alan García, o como los que enfrentaron Uruguay, 
Argentina, Brasil que, no obstante haberse incorporado tempranamente al
modelo de “bienestar” (a diferencia de Perú, Bolivia y Ecuador), compartían una20
misma realidad estructural de desigualdad. En el caso peruano, además, no 
sólo tuvo una implementación tardía y errática, sino que se superpuso a
destiempo al viejo orden semifeudal que ni los cambios estructurales entre
1968-75 pudieron revertir. 
A fines de los ochenta, se produce la desintegración de las economías que
formaban parte del bloque soviético. Frente a este nuevo escenario y al
desorden económico, la inestabilidad social y la crisis de gobernabilidad de las
economías subdesarrolladas, las IFI, redefinen su actuación imponiendo el
paradigma del mercado llamado a “ordenar” la economía, la política, la cultura y
la sociedad en nuestra región. Esto quedaría establecido en las diez exigencias
de obligatorio cumplimiento llamado, “Consenso de Washington”. 
El cambio marcó un giro sustantivo en la política: de una centralidad en la
acción estatal, hacia una centralidad en el mercado. De las políticas
económicas sectoriales a las políticas económicas generales que no privilegian
un determinado sector. 
Una situación inversa ocurre, sin embargo, con las políticas sociales. Bajo el
paradigma del Estado de Bienestar, las políticas sociales se postulaban como
universales, al margen de que se cumplieran o no. Bajo el “Consenso de
Washington”, las políticas sociales son de corte selectivo. Esto es, 
“focalizadas”. Buscan concentrar los recursos del Estado en los denominados
grupos vulnerables, en situación de riesgo, o en pobreza extrema. El discurso
del “bienestar” es reemplazado por el de la “lucha contra la pobreza”. Se
privilegia el crecimiento macroeconómico e invalida la preocupación por el
desarrollo y la superación de la desigualdad social. Este es el sentido y el
significado de los “planes de ajuste estructural” (PAE) que sobrevinieron al
“Consenso”, como instrumentos de política global de las instituciones
financieras internacionales. Dentro de esta perspectiva, se inscriben las
políticas, planes, programas y proyectos en educación y educación a distancia, 
que las IFI imponen, a los gobiernos obsecuentes a sabiendas de su
inviabilidad y poca o nula pertinencia. 
Las diez exigencias “consensuadas” 
Entre el 6 y 7 de noviembre de 1989, el FMI y el BM conjuntamente con el
Departamento del Tesoro y el Departamento de Estado de los Estados Unidos, 
aprobaron el “Consenso de Washigton”. Desde entonces se constituyó en el
decálogo de las imposiciones al que tenía que atenerse todo país que regulara
su economía de acuerdo con “planes de ajuste estructural” (PAE). En el Perú, 
fue impuesto en 1990 y ejecutado por los gobiernos que se han venido
sucediendo desde entonces hasta hoy. 
El “Consenso” es el referente macro dentro del que se inscribe, no sólo la
reforma de la economía, sino todas las demás políticas orientadas a ordenar la
reproducción social del modelo de mercado en todos los ámbitos de la vida
social, política, cultural y educativa de todos los países sometidos a la dictadura21
de las IFI. Los principios, objetivos y metas de la “Educación para todos”
surgidos de las conferencias mundiales de Jomtién y Dakar en 1990 y el 2000, 
respectivamente, así como los de la educación superior de las dos
conferencias mundiales de París 1998 y 2009, se inscriben igualmente, en este
marco. 
Las diez “exigencias” que se han convertido en el referente fundamental de
orientación y realización económica, política y social de nuestros países son las
siguientes: 
1. Disciplina fiscal
El déficit presupuestario no debe ser tan grande como para recurrir a
impuestos inflacionarios 
2. Prioridades del gasto público
El gasto del Estado debe redireccionarse desde aquellas áreas que no
producen beneficios económicos (subsidios indiscriminados) hacia áreas
actualmente marginadas pero capaces de producir grandes beneficios y
mejorar la distribución de los ingresos: salud, educación, infraestructura. 
3. Reforma tributaria 
Se debe ampliar la base tributaria y recortar las tasas impositivas
marginales. 
4. Liberalización financiera 
Se debe dejar que las tasas de interés las establezca el mercado. 
5. Tipos de cambio 
Los tipos de cambio deben ser unificados y competitivos para estimular el
crecimiento acelerado de exportaciones no tradicionales. 
6. Liberalización del comercio 
Las restricciones cuantitativas deben ser reemplazadas por aranceles. 
Estos deberán ir reduciéndose hasta oscilar entre el 10 y el 20%. 
7. Inversión extranjera directa 
Se debe suprimir las barreras que traben la entrada a las inversiones
extranjeras. Es necesaria la igualdad de condiciones entre las empresas
nacionales y las extranjeras. 
8. Privatizaciones 
Se deben privatizar las empresas estatales
9. Desregulación 
Los gobiernos deben anular las restricciones al establecimiento de nuevas
empresas para fomentar la competencia. 
10. Derechos de propiedad22
El sistema legal debe garantizar derechos de propiedad a bajo costo y
accesibles al sector informal. 
El interés de este libro no es abundar en un mayor análisis de cada una de
estas imposiciones, más allá de su claridad manifiesta. Tampoco, cuál ha sido
el costo social de su fiel cumplimiento a través de los sucesivos gobiernos
peruanos desde 1990 a la actualidad. Importa sí, relievar la racionalidad de las
“exigencias” tendientes a extender el papel de las fuerzas del mercado a todos
los ámbitos del orden público y privado de nuestra sociedad, situando al
Estado en un rol subsidiario y con cada vez menos capacidad decisoria en la
asignación de recursos. Particularmente en lo que a educación se refiere. 
El “consenso”, so pretexto del desorden económico, la inestabilidad social y la
crisis de gobernabilidad que venían atravesando las economías deudoras, no
es sino la imposición del nuevo modelo económico neoliberal. Vino a sustituir
al modelo de crecimiento económico que en su momento había planteado el
economista británico Keynes y sostendría el norteamericano Kuznets9
. Uno y
otro reservaban al Estado, un rol interviniente importante. En el modelo surgido
del “consenso” el crecimiento macro económico es regulado por el mercado y
la intervención del Estado se relega en la economía, la política y la sociedad. 
Son las IFI, las que asumen este rol en estrecha connivencia con la empresa
privada extranjera y “nacional”. Las IFI imponen los ministros y altos
funcionarios de los ministerios de economía; intervienen directamente en los
poderes del Estado; se responsabilizan de las políticas sociales y de la
educación, garantizan la reproducción del orden mundial establecido

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