¿Tiene Keiko un nuevo rollo democrático para el 2016?
En un país en el que, lamentablemente, la historia se recuerda entre golpe y golpe, y cuando ya no quedan muchos anclados en el de hace casi medio siglo de Juan Velasco Alvarado, del 3 de octubre de 1968, el más reciente del 5 de abril de 1992 de Alberto Fujimori constituye una fecha del calendario político que pasa desapercibida para pocos, unos lo lamentan, otros lo festejan.
El 5 de abril de hoy, a 23 años del anuncio de “disolver-disolver” el Congreso, encuentra al fujimorismo como la primera minoría en el parlamento, como el partido más organizado del país, y como el mejor parado para la elección 2016, con una intención de voto para Keiko Fujimori que, desde hace tiempo, es nada menos que de un tercio del electorado.
Así, quince años después del colapso del fujimontesinismo que dejó al país en una putrefacción institucional, la heredera política de este sector tiene prácticamente asegurado el pase a la segunda vuelta.
Hay una regla no escrita en la política peruana reciente de que, quien pierde la segunda vuelta, gana la presidencia en la siguiente elección. Así les ocurrió a Alan García y Ollanta Humala, un hecho que este se lo comentó a Keiko Fujimori en la noche en que ella fue, con tristeza evidente, a felicitarlo por su triunfo.
Para mantener la regla requerirá vencer en la segunda vuelta a su principal obstáculo: el antifujimorismo derivado del riesgo de que, como su padre, use la elección como pata de cabra para destruir la democracia.
Keiko Fujimori requiere hacer lo que Humala hizo en el 2011 –y no hizo en el 2006– para disipar la desconfianza sobre su compromiso real con la democracia, además de un manejo racional de la economía, dos asuntos que, sin duda, cumplió.
¿Podrá Keiko Fujimori subsanar en el 2016 ese déficit de confianza sobre su compromiso con la democracia que marcó su derrota en el 2011?
¿Podrá Keiko Fujimori subsanar en el 2016 ese déficit de confianza sobre su compromiso con la democracia que marcó su derrota en el 2011?
Lamentablemente, aún no ha hecho un deslinde claro con el descalabro institucional de los años noventa, con la profunda corrupción del gobierno de su padre con la complicidad de Vladimiro Montesinos, ni con la violación de derechos humanos, razones por las cuales ambos cumplen condenas establecidas en juicios transparentes e inobjetables.
Hoy es una buena ocasión para que Keiko Fujimori intente el inicio de un claro deslinde, especialmente cuando algunos sostienen, increíblemente, que el nuevo premier Pedro Cateriano “provoca” a los fujimoristas por solo responder, ante una pregunta periodística, que el 5 de abril “no es una fecha feliz”.
¿Querían que dijera, como Martha Chávez o el preso de la Diroes, que ‘ahí se fundó la nueva república’? ¿Qué rollo tiene hoy Keiko Fujimori para todo esto? ¿Todos los que la rodean en qué dirección apuntan?
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