domingo, 15 de marzo de 2015

Populismo de derecha, por Fernando Rospigliosi

La pareja presidencial tiene un inusitado interés en las elecciones del 2016 


Populismo de derecha, por Fernando Rospigliosi
Fernando Rospigliosi
  • Fernando Rospigliosi
  • Analista político
El propósito fundamental de la pareja presidencial en los próximos 12 meses parece ser alcanzar una votación importante que les permita obtener una bancada parlamentaria numerosa, que los defienda de las acusaciones por corrupción que se les están formulando.
No siempre es así. A diferencia de Alejandro Toledo o Alan García que, por supuesto, querían un desempeño aceptable de sus candidatos, pero a los que no se les iba la vida en ello, para la pareja presidencial hay mucho más en juego.
No está en cuestión solo su futuro político, sino la posibilidad de terminar haciéndole compañía a Alberto Fujimori en la Diroes, o quizás ocupar las instalaciones que dejaría vacías el ex presidente si el próximo gobierno lo indulta.
Así de grave parece la situación y así la están asumiendo Ollanta Humala y Nadine Heredia. 
A principios de noviembre del año pasado, a 18 meses de las elecciones, en un mitin partidario Humala llamó a sus seguidores a “ponerse la ropa de campaña electoral”. No obstante, sin la menor preocupación por la coherencia, él y su esposa acusan constantemente a sus adversarios porque presuntamente actúan en función de objetivos electorales.
En ese mismo evento, Humala marcó claramente su estrategia electoral, al destacar los programas sociales de su gobierno. 
Si se miran las encuestas, se descubre rápidamente por qué. Sistemáticamente, desde hace mucho tiempo, la respuesta de los que apoyan a Humala ubica como motivo principal, en primer lugar, a los programas sociales. La de Ipsos de febrero muestra que el 45% de los que respaldan al presidente lo hace por esa razón.
Para conquistar más votos, entonces, la pareja presidencial está usando –y seguramente lo seguirá haciendo con más intensidad en los próximos meses– los programas sociales, presentándolos siempre como un regalo que hacen a los pobres gracias a su particular generosidad. Es decir, es una dádiva de los gobernantes y no una política estatal que se paga con los impuestos de todos los peruanos.
Para acentuar esa idea, la pareja ya está insinuando o diciendo abiertamente que solo ellos pueden regalar comida, becas o dinero y que los opositores, si ganan las próximas elecciones, les quitarán esas ayudas y subsidios. Es decir, clientelismo puro y duro.
Por eso la revista “The Economist”, en un artículo que reprodujo el diario “Gestión”, dice acertadamente que Humala practica “una especie de populismo moderado de centroderecha, el modelo predeterminado de la política peruana desde los noventa”. (“El político sin convicciones”, 6/2/15).
Ese mismo artículo describe agudamente al presidente: “Ollanta Humala es la veleta política de América Latina”.
El jueves pasado, por ejemplo, Nadine Heredia, aprovechando sin vergüenza alguna su doble condición de primera dama y presidenta del Partido Nacionalista, inauguró un evento en Cusco y reiteró que ella y Humala seguirán viajando por todo el país ampliando los programas asistenciales. Hace campaña política usando impúdicamente los recursos del Estado.
Otro componente de esa misma estrategia es aplastar a los opositores y, eventualmente, sacarlos del escenario. Esta semana avanzaron un paso más al presentar una acusación constitucional contra Alan García, el rival que al parecer es al que más temen, por lo menos ahora.
Es difícil que habiendo perdido la mayoría en el Congreso puedan finalmente inhabilitar a García e impedirle ser candidato en el 2016, pero tratarán de conseguirlo. 
Cuentan con que muchos o todos los disidentes de su partido respalden la acusación, con los votos del toledismo, que en este caso se alineará cerradamente con ellos y con la posibilidad de que el fujimorismo, que tiene en García a un rival formidable, también se incline en esa dirección. Aunque, en verdad, es poco probable que el fujimorismo cometa un error tan garrafal.
En síntesis, la pareja presidencial sospecha que en las elecciones del 2016 hay mucho más en juego que un normal cambio de gobierno. Han agredido y ofendido tan profundamente a sus adversarios y tienen un rabo de paja tan grande, que harán todo lo que esté a su alcance para tratar de impedir el triunfo de sus rivales más enconados y de lograr una representación parlamentaria sustanciosa. A ese objetivo subordinarán todo lo demás en los próximos 12 meses, incluyendo la política económica y las relaciones internacionales

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