domingo, 1 de marzo de 2015

¿Nos “mexicanizamos”?,

Fernando Rospigliosi

Un gran escándalo se suscitó cuando se hizo pública una comunicación del papa Francisco a un amigo suyo manifestando su preocupación por la “mexicanización” de su patria, Argentina. Naturalmente, las autoridades mexicanas han protestado ofendidas, el Vaticano ha dicho que el Papa no quería decir lo que dijo, etc.

La triste realidad es que la inquietud del Papa no solo vale para Argentina, sino para el Perú y varios otros países de la región que es, no hay que olvidarlo, la más violenta del mundo en lo que a crímenes se refiere.
Mexicanización” quiere decir básicamente dos cosas: violencia delincuencial descontrolada, por lo general asociada al narcotráfico; y corrupción policial desenfrenada, relacionada con la descomposición e incapacidad del Estado para responder al desafío de la criminalidad.
No hemos llegado a esa situación, pero estamos caminando hacia ella. Los delitos son cada vez más violentos, las nuevas modalidades surgidas en los últimos años, la extorsión y el sicariato, se expanden como una mancha de aceite y la corrupción en la policía y las instituciones encargadas de combatir el delito llega cada vez más a niveles superiores.
A cada momento aparecen nuevos tipos de delitos que, si no se frenan de inmediato, se generalizan. Uno de los nefastos legados del anterior ministro del Interior es el de los asaltos a restaurantes, que proliferaron en su gestión sin que moviera un dedo para frenarlos, dado que su interés era aumentar su popularidad en vistas a lo previsible, una candidatura el 2016.
El miércoles pasado en la noche, por ejemplo, una banda de delincuentes armados asaltó varios restaurantes en Miraflores. Los malhechores fueron ubicados en San Borja donde dos vehículos de serenazgo trataron de cerrarles el camino. Los delincuentes se abrieron paso a balazos, hiriendo a una transeúnte. Los valientes serenos hicieron lo posible, pero no portan armas y no pudieron impedir que huyeran.
En la refriega fue herido también un policía que hacía servicio para el serenazgo. Brillaron por su ausencia los “patrulleros inteligentes”, los helicópteros franceses y el sistema de comunicaciones Tetra, adquiridos por este gobierno a precios exorbitantes para, supuestamente, resolver con eficacia este tipo de casos.
En realidad, el gobierno ha gastado cientos de millones de soles en compras oscuras y cuestionables, que no han servido para frenar la inseguridad que sigue creciendo. 
A raíz del incidente mencionado, hay personas bien intencionadas que proponen que se arme a los serenos, que se convertirían en una suerte de policía municipal. Hay que combatir con toda energía esa idea que nos llevaría más rápido de lo que estamos yendo a la “mexicanización”. Precisamente uno de los problemas más graves de México es que tienen cientos de policías locales, muchas de ellas compradas por el narcotráfico, el crimen organizado y autoridades corruptas. Eso hace dificilísimo revertir la situación.
En Colombia, la década del 90, el narcotráfico, la violencia y la ola delincuencial crecían imparables (se hablaba de “colombianización” como hoy de “mexicanización”). Pero hubo una reforma de la Policía Nacional, limpiada de elementos corruptos y reentrenada, que dio un completo vuelco a la situación.
Una Policía Nacional se puede reformar, 1.800 policías locales no.
El nuevo ministro del Interior –el séptimo y ojalá el último– José Luis Pérez Guadalupe es honesto y conoce el tema, pero tiene dos problemas: las posibles interferencias de Palacio y el hecho de haber llegado al final del gobierno. No obstante, tiene la posibilidad de realizar algunas mejoras para lo cual requiere el respaldo de los grupos políticos y de la sociedad civil.
Y, muy importante, se necesita la continuidad de políticas en seguridad para lo cual es indispensable un acuerdo y un compromiso de los principales candidatos. Como señala el pronunciamiento del Grupo de Seguridad Ciudadana:
“Hacemos un llamado a los diferentes grupos políticos y candidatos presidenciales a asumir seriamente un compromiso de lucha contra la inseguridad y de reforma de las instituciones encargadas de combatir el delito, para garantizar la continuidad de una política de Estado que pueda revertir el deterioro alarmante de la seguridad ciudadana que podría llevarnos, más temprano que tarde, a una situación similar a la que desgraciadamente viven otros países del continente”. (“Una nueva oportunidad en seguridad ciudadana”, http://gruposeguridadciudadanaperu.blogspot.com/2015/02/una-nueva-oportunidad-en-seguridad.html?m=1)

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