Por: Juan Carlos Tafur
Pedro Pablo Kuczynski puede gobernar sin el fujimorismo, pero no puede hacerlo en su contra. Esta no es una conclusión antojadiza, resentida o interesada. Ello se deriva de la democrática división de poderes que el mandato popular ha establecido en la última elección.
Resulta curioso, dicho sea de paso, ver a muchos que le exigen al fujimorismo reconocer el legítimo mandato de Pedro Pablo Kuczynski –en lo que tienen toda la razón– sugerirle a la vez a PPK que no reconozca al Poder Legislativo que el mismo pueblo que lo eligió a él le ha conferido a Fuerza Popular.
Y antes que ninguna otra cosa, en el campo de la propia responsabilidad política, los buenos augurios de gobernabilidad pasan porque PPK simplemente aplique el programa de Gobierno contenido en su propuesta ejecutiva.
El mandato de PPK es claro: debe ser el suyo el Gobierno de derecha moderno y democrático, capaz no solo de destrabar los nudos que frenan la inversión privada y pública sino, también, de construir un Estado eficaz, instituciones sólidas y de modernizar aceleradamente sectores como educación, salud y justicia.
Si en ese trance logra, con inteligencia política, poner detrás suyo al fujimorismo y a la izquierda, enhorabuena. Y si no lo logra – porque los naranjas se aferran a su tozudez o porque el Frente Amplio no da su brazo a torcer–, pues tiene varios márgenes de acción que aún puede recorrer sin verse obligado a traicionar su propuesta de Gobierno original.
Resulta deleznable, en ese sentido, el pedido adicional que ciertos sectores le endilgan a PPK de que cambie su programa de Gobierno, incorporando criterios propios de las agrupaciones derrotadas en la primera vuelta, en particular de la izquierda. No tiene ni pies ni cabeza.
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